Cultura
El método que restaura ecosistemas en tiempo récord
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Nacida y criada en Pirque, la historiadora y socióloga Magdalena Valdés siempre estuvo en contacto directo con la naturaleza. “Crecí en los cerros, saltando, corriendo junto a litres, quillayes, peumos, mirando las quebradas preciosas, con agua, con vida… Con una realidad que es muy distinta a la que hay hoy”, cuenta.
Por eso, cuando en el 2019 descubrió el trabajo del botánico japonés Akira Miyawaki, decidió ponerse a estudiar el tema a fondo. Miyawaki es el creador de un método que lleva su apellido y que busca generar bosques de crecimiento acelerado, que ayudan a la restauración ecológica y a la creación de áreas verdes en tiempo récord.
Ese mismo año, justo cuando la ONU declaró que estábamos frente a la década para la restauración de los ecosistemas, Magdalena decidió poner a prueba lo aprendido en su propia parcela, en Pirque. “Tenía las condiciones, una coyuntura idónea y el suelo disponible, así es que empecé”, cuenta.
Tras estudiar la flora nativa del lugar y las enseñanzas de Miyawaki, armó su primer bosque, en 270 metros cuadrados. “El resultado fue espectacular, ni yo lo podía creer. Sacaba fotos todos los meses y el resultado fue tan bonito e impactante, que dije: `En algún minuto voy a hacer esto’”. Y ese momento llegó junto con la pandemia.
El 2020 Magdalena estaba trabajando en su tesis de magíster en Sociología, una tarea para la que necesitaba estar totalmente concentrada. Pero con los hijos alrededor 24/7 y encerrada en su casa, no era fácil. Decidió entonces ponerle pausa a eso y crear un Instagram, para mostrar todo lo que había hecho en su propio bosque.
Bajo el nombre de Bosko (@bosko.cl), empezó a compartir sobre el método Miyawaki y su caso, y pronto le empezaron a pedir que replicara el modelo. Sus dos primeros clientes fueron también en Pirque.
¿Cuál es el secreto del método? ¿Cómo si un bosque demora hasta 200 años en crecer, puede lograrlo solo en 20? “El secreto es que se intenta imitar a la naturaleza en todas sus formas”, explica Magdalena. “Es un intento artificial, humano, pero que busca imitar el estado de un bosque maduro. ¿Y cómo es eso? Con un suelo rico, lleno de microbiología, de cosas que vemos y no vemos, con una capa de hojarasca que permite proteger el suelo, con un suelo suelto y una densidad enorme”.
Para imitar este estado, en Bosko hacen un tremendo trabajo por metro cuadrado, que va desde soltar la tierra, hasta agregar la capa protectora y plantar en alta densidad. “La clave, quizás lo más importante, es lo que Miyasaki denomina vegetación natural potencial, es decir, elegir adecuadamente las especies que vas a poner, que responda a la pregunta de qué es lo que habría en este lugar si no hubiese existido intervención humana”, explica Magdalena.
Desde que empezó a compartir su experiencia y el trabajo de Bosko, la han contactado particulares, inmobiliarias, organizaciones y municipalidades, todos interesados en seguir creando bosques.
“Ha sido interesante ver que el interés por restaurar los suelos en general o por el método Miyawaki en particular, viene de todos los ámbitos. Incluso nos han llamado de sistemas productivos, agrícolas, para intentar incorporar esto en espacios agrícolas e ir colonizando los suelos que no están abordados en el sistema agrícola. Hay una inquietud muy genuina por ir restaurando. Es bien satisfactorio ver que ese dolor por el cual nace Bosko es un dolor de muchos, es compartido. Más con las circunstancias actuales”, dice.
A principios de 2021, a Magdalena la contactaron de Sugi, una organización suiza que se dedica a levantar fondos -de filántropos, organizaciones o empresas- para financiar la creación de bosques Miyawaki por el mundo entero. Junto a ellos logró crear un bosque de casi mil metros cuadrados en Pirque, abierto a la comunidad. Se trata de su primera experiencia de espacio público.
Ahora están levantando fondos para hacer otros tres proyectos: un bosque junto a la Biblioteca Pública de Frutillar, otro para la escuela Vicente Pérez Rosales, de la misma comuna de la región de Los Lagos, y otro para el Liceo Bicentenario de Niñas, en Maipú. “La gracia de estos proyectos es que tienen un rol social y ecológico”, cuenta Magdalena.
“De las cosas que a mí más me atraen de este sistema es que no solamente tiene frutos ecológicos, sino que son tres E: ecológico, lo ético y lo estético. Desde el punto de vista ético, tiene que ver con cómo generamos personas más conscientes de la naturaleza, más responsables, más encantados. Ese objetivo ético social es uno de los rasgos más virtuosos del método Miyawaki”.
Como dice Magdalena, siguiendo el lema de Bosko, todo suelo sueña con ser bosque. “La naturaleza tiende a la abundancia, aun cuando las circunstancias actuales le impidan su despliegue. Y el ser humano, principal causante de esta tragedia, puede ser también el principal aliado para su solución”, concluye.