Cultura
Margaret Greenhill, la diseñadora del Bío Bío que expondrá sus joyas en Milán
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Nacida en Angol y criada en Victoria, en la región del Bío Bío, Margaret Greenhill reconoce que el temprano contacto con la naturaleza ha sido clave en el desarrollo de su carrera como orfebre.
“Siempre fui así, muy artística”, cuenta Margaret. “Mi mamá es muy creativa, arregla las cosas, hizo unos filtros con unas lavadoras viejas. Es una Giro Sintornillos. Y mi papá era abogado, muy de leer, muy poético”. De esa mezcla, más la vida sureña, nació un temprano interés por la creación.
“Soy la más chica de mi familia, entonces era más solitaria, siempre me instaban a pintar, a dibujar, a ensuciarme. Yo creo que mucho de mi trabajo hoy viene de eso; esa cosa reflexiva que te da el poder estar en la naturaleza”, dijo.
“Siempre fui así, muy artística”, cuenta Margaret. “Mi mamá es muy creativa, arregla las cosas, hizo unos filtros con unas lavadoras viejas. Es una Giro Sintornillos. Y mi papá era abogado, muy de leer, muy poético”. De esa mezcla, más la vida sureña, nació un temprano interés por la creación.
“Soy la más chica de mi familia, entonces era más solitaria, siempre me instaban a pintar, a dibujar, a ensuciarme. Yo creo que mucho de mi trabajo hoy viene de eso; esa cosa reflexiva que te da el poder estar en la naturaleza”, dijo.
Después de salir del colegio, Margaret entró a estudiar Diseño Industrial a la Universidad del Bío Bío; estuvo a 10 puntos de entrar a Arquitectura y se decidió por Diseño pensando que se iba a cambiar internamente, pero se enamoró de la carrera. Ahí, la primera de las cuatro prácticas que tenían que hacer, la hizo en forja artística. La segunda, en orfebrería. “Me gustó mucho. Fue como: ‘Oh, este es un amor que algún día voy a cultivar’”, cuenta desde su casa en Santiago, ciudad a la que llegó tras el terremoto de 2010.
Después de eso se empezó a meter más en el área industrial de la carrera, y terminó haciendo una práctica en una pesquera donde, junto a su socio, tuvo que desarrollar unas tapas para unas tolvas en el área de transporte pesquero. Ese input sirvió también para su título, que fue un contenedor para traslado pesquero, que terminó otorgándole su primera patente de invención a nivel mundial.
Tras seis años trabajando en una oficina de abogados expertos en innovación, donde estaba metida en el mundo de las patentes, decidió cambiar el rumbo. “Me encantaba, pero en Chile no están las facilidades para que la industria pueda ser competitiva en relación a industrias externas. Todavía el tema de poder hacer comercio local a una escala industrial, es algo muy lejano”, explicó.
Pensando qué hacer, solo tenía algo claro: tenía que poder usar sus herramientas de gestión e innovación. Recordó esa práctica en orfebrería y se decidió a realizar estudios profesionales.
Tras seis años trabajando en una oficina de abogados expertos en innovación, donde estaba metida en el mundo de las patentes, decidió cambiar el rumbo. “Me encantaba, pero en Chile no están las facilidades para que la industria pueda ser competitiva en relación a industrias externas. Todavía el tema de poder hacer comercio local a una escala industrial, es algo muy lejano”, explicó.
Pensando qué hacer, solo tenía algo claro: tenía que poder usar sus herramientas de gestión e innovación. Recordó esa práctica en orfebrería y se decidió a realizar estudios profesionales.
Además, mientras hacía su título, estudió un Diplomado en Psicodrama y Teatro Espontáneo, que busca poder desarrollar la espontaneidad y atraer la creatividad de forma fisiológica, y también estudio Expresión Vocal. “Ahí se cruzaron muchas cosas: esta necesidad expresiva, el plasmar este arte. El primer año de estar en joyería salieron muchas ideas, fue como una explosión”, recuerda.
Empezó con la orfebrería y no paró más. Ha hecho clases, donde también combina sus conocimientos en psicodrama -es la creadora, junto a Josefa de la Fuente, de Divergente Escuela, @divergente.escuela, que busca educar a la gente en torno a la divergencia-, y la han invitado a ferias internacionales, como el Jewelry Art Biennal en Beijing, a mostrar su trabajo.
La invitación más reciente, y que la tiene muy entusiasmada, es a la Semana de la Joyería en Milán, que se hará en octubre, justo después de la Semana de la Moda. “Siempre quise ir a Milán, es un gran orgullo para mí ir como diseñadora y artista. Al principio estaba preocupada de cosas concretas respecto del viaje y con el tiempo me empecé a dar cuenta de la importancia emocional y del desafío personal que presenta esta invitación”, cuenta Greenhill.
En este viaje, su objetivo es lograr acuerdos comerciales que le permitan abrir nuevos mercados, no solo para sus propias creaciones. “En esta etapa de mi vida quiero que la joyería sea un sustento para mí y también para las personas con las que me he ido asociando, para mis proveedores, y poder abrir caminos hacia afuera que sean distintos a los que siempre se abren”, dice.
La invitación más reciente, y que la tiene muy entusiasmada, es a la Semana de la Joyería en Milán, que se hará en octubre, justo después de la Semana de la Moda. “Siempre quise ir a Milán, es un gran orgullo para mí ir como diseñadora y artista. Al principio estaba preocupada de cosas concretas respecto del viaje y con el tiempo me empecé a dar cuenta de la importancia emocional y del desafío personal que presenta esta invitación”, cuenta Greenhill.
En este viaje, su objetivo es lograr acuerdos comerciales que le permitan abrir nuevos mercados, no solo para sus propias creaciones. “En esta etapa de mi vida quiero que la joyería sea un sustento para mí y también para las personas con las que me he ido asociando, para mis proveedores, y poder abrir caminos hacia afuera que sean distintos a los que siempre se abren”, dice.
El mercado chileno
Aunque en Chile hay muchos orfebres con propuestas interesantes, Margaret cuenta que el mercado no es fácil. “Mi línea es principalmente joyería de arte, entonces es muy de nicho”, explica.
“Son pocas las personas dispuestas a pagar lo que cuesta, y sobre todo, falta educación en torno al comercio local, a la obra, al tiempo que hay detrás de este trabajo”. Por eso, decidió diversificar sus marcas. Además de la que lleva su nombre, donde está mucho más abierta a la experimentación y a la innovación, hace poco tiempo creó Grieta (@grietaestudio), junto a Sofía Bravo Rosati, que fue su alumna, ayudante y hoy es su socia.
“Lo que buscamos es hacer cosas bellísimas, pero con un enfoque más comercial, bajando precios, pero manteniendo esa esencia estética. Queremos que más personas puedan acceder y que tengan innovación a la mano a través de nuestros trabajos, porque sí son novedosos”, dice.
“Son pocas las personas dispuestas a pagar lo que cuesta, y sobre todo, falta educación en torno al comercio local, a la obra, al tiempo que hay detrás de este trabajo”. Por eso, decidió diversificar sus marcas. Además de la que lleva su nombre, donde está mucho más abierta a la experimentación y a la innovación, hace poco tiempo creó Grieta (@grietaestudio), junto a Sofía Bravo Rosati, que fue su alumna, ayudante y hoy es su socia.
“Lo que buscamos es hacer cosas bellísimas, pero con un enfoque más comercial, bajando precios, pero manteniendo esa esencia estética. Queremos que más personas puedan acceder y que tengan innovación a la mano a través de nuestros trabajos, porque sí son novedosos”, dice.