Análisis
Jorge Selume: "En el Palacio Pereira han optado por emular el paso 'Moonwalker' de Michael Jackson"
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¿Cuánto Vade el show?
Cuando se creía que la figura de Rojas Vade era un mal recuerdo, una pesadilla pasajera que había quedado en el olvido, este oscuro personaje regresa para sacar a la luz la peor cara de la Convención Constituyente. La cara del engaño.
El engaño de prometernos unidad y, en cambio, ofrecernos división.
El engaño de prometernos el futuro y, en cambio, llevarnos al pasado.
El engaño de prometernos una casa para todos y, en cambio, construir una casa para algunos.
El engaño de prometernos igualdad y, en cambio, crear dos tribunales distintos para un mismo crímen.
El engaño de escucharnos, no de cancelarnos.
El engaño de la ilusión, no de la venganza.
Quizás, el engaño más cruel de todos fue ofrecer un sistema de participación popular -las iniciativas de norma- mediante las cuales la CC se comprometía a escuchar y vehiculizar las reales demandas ciudadanas.
El catastro es desolador: se publicaron 2.496 iniciativas, se reunieron 2.809.751 firmas y se logró que 77 fueran ingresadas a las comisiones. De ellas, 46 fueron a parar a la comisión de derechos fundamentales, donde solamente 3 se aprobaron.
Moonwalker
A días de que termine el mandato del Presidente Sebastián Piñera, fuimos testigos de cómo una adolescente le lanzó agua en un acto oficial en el interior de La Moneda. Imposible no recordar el jarrazo de agua que recibió en 2008, Mónica Jiménez, la por entonces ministra de Educación de Michelle Bachelet.
Han pasado catorce años y, si bien muchas cosas han cambiado en el intertanto, este cobarde acto -disfrazado de pachotada- nos recuerda que en la comarca de Chile viene siendo costumbre celebrar los ataques a terceros o las humillaciones públicas. Algunos justifican el hecho sosteniendo que “se lo tenía bien merecido”.
Me recuerda el argumento que se utilizaba en la Francia revolucionaria cuando las autoridades terminaban guillotinadas en la plaza pública “porque se lo merecían”. Tiempos que se creían lejanos, donde el morbo de la revancha excedía al equilibrio de la justicia y donde el volumen de los gritos era más importante que el peso de las palabras. ¿Deja vú?
Similar situación sucede en la Convención, donde, en vez de jarrazos, hay constituyentes que son excluidos, motejados y vapuleados por el simple hecho de que no se comparten sus ideas, historia o etnia. Diferente forma, pero mismo fondo, pues se tratan de discriminaciones que se sustentan en prejuicios, no en razones.
Parece que en el Palacio Pereira han optado por emular el paso Moonwalker de Michael Jackson y caminar hacia atrás, directamente hacia ese fango del cual prometieron nos ayudarían a escapar (de la mano de la nueva Constitución).
Pero no, todo parece indicar que este proceso se dirige raudo hacia el pasado, no hacia el futuro; hacia los recelos, las revanchas y las divisiones; no hacia la unión y el progreso. Así, no resulta extraño escuchar a varios quejarse de que “no votaron Apruebo para esto”.
Engrasa
El jueves 4 de marzo el pleno de la Convención aprobó que las regiones y municipios puedan crear empresas públicas. Marcos Barraza, constituyente del PC, celebró el hecho, asegurando que se trata de “un gran paso para desmantelar el Estado neoliberal y subsidiario que tanto daño le ha hecho al país y un avance para los derechos sociales”.
Esta medida no solo significa el desmembramiento político y financiero del Estado chileno, sino que también implica una gran amenaza a las libertades de los emprendedores y consumidores.
Año 2030. Chile está en un galopante proceso de reconversión de su economía. Habiendo ya superado la necesidad de un modelo “neoliberal”, ha logrado crear empresas estatales en diversos sectores del quehacer nacional con el declarado anhelo de satisfacer las por años defraudadas necesidades de los chilenos.
Servicios básicos, sector alimentario, constructoras, transporte, industria de la moda, todos ya cuentan con sus respectivas empresas públicas regionales.
Ahora ha llegado el momento de que el Estado incursione en una industria que históricamente ha abusado de las personas: la gastronomía. Todos esos restaurantes, pubs y cafés, que con su ineficiencia, precios elevados, abusan de las chilenas y chilenos cobrando precios que muchos no pueden pagar.
Es así como nace la Empresa Nacional Gastronómica de Restaurantes Anti “Stablishment” Alimentario (ENGRASA).
ENGRASA inicia sus operaciones con un destacado directorio de ejecutivos y plana gerencial, de larga trayectoria en formación de empresas estatales, pero que nunca ha pisado la cocina de un restaurante por dentro.
Como sus primeros locales generan pérdidas millonarias, el gerente, quien tuvo una destacada participación en la creación de la Empresa Nacional de la Moda, recurre a la vieja táctica de exigir que todos los restaurantes otorguen a los funcionarios de ENGRASA acceso a sus recetas, procesos y protocolos.
Todo, por supuesto, bajo la justificación de que la ciudadanía requiere contar con una gastronomía digna y de calidad y que estos conocimientos constituyen bienes inmateriales sobre los que no aplica el derecho a propiedad.
En pocos meses comienzan a cerrar los restaurantes privados. No logran competir contra los precios de ENGRASA, que con su volumen los va sacando del mercado uno a uno. Luego de un tiempo ENGRASA y unos pocos restaurantes (con muy buenos contactos en los gobiernos locales) son los únicos proveedores de servicios gastronómicos.
El sindicato de trabajadores de ENGRASA logra torcer la muñeca del directorio y obtiene un paquete de beneficios nunca antes visto. Aplausos para todos, excepto que esto obliga a la gerencia a tomar medidas. Se instaura el MUD (Menú Único Digno) y con eso se logran financiar las demandas del sindicato, sin embargo el MUD es un verdadero asco.
Uno a uno comienzan a cerrar los locales de ENGRASA, hasta que finalmente el Estado decide recolocar a todos los trabajadores cesantes en la naciente Empresa Nacional de fabricantes de hilo negro.