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Bandeja de salida

La columna de J.J. Jinks y la ola de startups tecnológicas ¿Tienen posibilidades de ganar plata alguna vez estas empresas?

La columna de J.J. Jinks y la ola de startups tecnológicas ¿Tienen posibilidades de ganar plata alguna vez estas empresas?

Día por medio vemos las historias de éxito de carismáticos emprendedores que deslumbran y valorizaciones casi inimaginables para empresas que no existían hace dos o tres años. Sin duda es una gran noticia para Chile, pero la admiración no puede transformarse en sinónimo de obsecuencia.

Por: J.J. Jinks | Publicado: Sábado 16 de octubre de 2021 a las 21:00
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Larguirucho, melena a los hombros y vestir informal, Adam Neumann debe estar entre los mejores vendedores del mundo. Esa habilidad tan inasible para quienes carecemos de ella de ser capaz de convencer a los habitantes del planeta Tierra de casi cualquier cosa.

Un reportaje del Wall Street Journal del 2019 señalaba que Neumann aspiraba entre otras cosas a vivir para siempre, transformarse en el hombre más rico del mundo, ser primer ministro de Israel (su país de origen) y en algo más aterrizado expandir su compañía WeWork a Marte. Un tipo como usted o como yo.

Adam Neumann es el cofundador de WeWork, la compañía de espacio de trabajo compartido (cowork, si me permiten el anglicismo) más famosa del mundo, la cual se expandió de forma global en pocos años. Neumann, con sus habilidades casi sobrenaturales de encantar serpientes, logró entusiasmar a los más empingorotados inversionistas de capital de riesgo y bancos de inversión a nivel mundial.

El ícono entre quienes invirtieron en WeWork es SoftBank, uno de los agentes financieros de mayor reputación en el mundo del emprendimiento. Una de las gracias de Neumann fue ser capaz de convencer a una pléyade de sofisticados inversionistas de que esta empresa de arriendo de espacios para trabajar con mucha onda y cerveza libre era en realidad una empresa de tecnología y que debía ser valorada como tal.

Logro conseguido, pues fueron centenas de millones de dólares los que vinieron a financiar el crecimiento de WeWork y a tapar los hoyos de su flujo de caja. En la pasada, cómo no, Neumann se dio la gran vida y se hizo millonario pese a que WeWork siempre perdió grandes cantidades de plata.

La fiesta duró hasta que alguien tímidamente se preguntó, ¿es ésta realmente una empresa de tecnología que genera una disrupción o es solo una empresa más de real estate? Y bueno, la respuesta estaba a la vista, esto más la vida disipada de Neumann hicieron que se cancelara la apertura a la bolsa proyectada y que éste saliera de posiciones ejecutivas y tuviese que ceder buena parte de su participación.

Si bien esto ocurrió ya hace un rato, es atingente a los tiempos que corren. Día por medio vemos las historias de éxito de carismáticos emprendedores que deslumbran y valorizaciones casi inimaginables para empresas que no existían hace dos o tres años.

Sin duda es una gran noticia para Chile, especialmente en un momento en que escasean, que los inversionistas confíen en gente joven que busca expandir sus negocios en Latinoamérica, pero la admiración no puede transformarse en sinónimo de obsecuencia.

¿Tienen posibilidades de ganar plata alguna vez estas empresas? ¿Son realmente empresas de tecnología o simplemente una app y una página web para seguir haciendo un negocio tradicional de forma parecida a como siempre se hizo? ¿Serán capaces de replicar lo que hicieron en un mercado pequeño como Chile en otras latitudes?

Éstas y otras preguntas nos hacemos los conservadores que observamos el fenómeno con interés y alguna cuota de estupefacción. Después de todo, el carisma en los negocios es un arma de doble filo, o eso al menos nos gusta pensar a los que carecemos de él.

J.J.Jinks: Realidad virtual

Es casi de mal gusto recordar que el actual Presidente interrumpió su campaña para poder votar a favor del último intento de retiro. ¿La política es así, dice usted? Bueno, cuando se ha jugado con el bienestar de los más pobres uno que es ingenuo esperaría algún tipo de explicación aunque fuese mala, pero nada. A llorar a la FIFA parecen decirnos, y aquí estamos escribiendo cartas a Suiza.

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