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El boom petrolero financia una nueva ola de adquisiciones árabes

El boom petrolero financia una nueva ola de adquisiciones árabes

Puede que el mundo esté soñando con un futuro sin petróleo, pero hasta entonces son sus dueños los que están saliendo al rescate de las empresas hambrientas por capital.

Por: Marcela Vélez-Plickert, desde Londres | Publicado: Sábado 11 de febrero de 2023 a las 04:00
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Una bolsa electrónica brasileña (ATG), Manchester United, el icónico hotel suizo Le Richemond, la Fórmula 1, Credit Suisse, el grupo indio Adani, Standard Chartered, todas estas empresas tienen algo en común: son objeto de interés de capitales del Golfo Pérsico.

Alimentados por el boom petrolero de 2021-2022, los fondos soberanos de Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Qatar han salido de compras. La decisión de diversificar sus portafolios ha sido clave para grandes empresas, tal como lo fue tras la gran crisis financiera hace 14 años. Entonces, los capitales del Golfo salieron al rescate de bancos como Citi, UBS y Deutsche Bank, y automotrices como Daimler y Volkswagen.

Gracias a los ingresos de sus exportaciones de gas y petróleo, en los últimos dos años los fondos soberanos de estos tres países han multiplicado exponencialmente sus activos. El más poderoso es el emirato árabe que une a Abu Dhabi y Dubai. Según el Instituto de Fondos Soberanos (SWFI), el pequeño país, de menos de 10 millones de habitantes, acumula activos por 1,6 billones de dólares. El monto equivale a poco más del doble que el fondo soberano de Arabia Saudita y cuadriplica al de Qatar. Es más, equivale al 15% del total de activos de los 100 fondos soberanos más grandes del mundo.

Tal fortuna ha convertido al jeque Tahnoon bin Zayed Al Nahyan en uno de los hombres más poderosos del mundo financiero. Tahnoon es hermano del príncipe heredero y líder de los Emiratos Árabes. Es también su mano derecha en temas de seguridad y política internacional. A sus 55 años, Tahnoon preside el principal banco del país, el mayor holding estatal, e Investment Holding Company, conglomerado que el año pasado protagonizó la fallida OPA por la colombiana Nutresa y adquirió el 49,9% del banco digital Lula Bank también en ese país en octubre pasado.

En Latinoamérica, Abu Dhabi ha concentrado hasta ahora sus intereses en Brasil, Argentina y Colombia. A través de su Autoridad de Inversiones, el emirato árabe también estaba listo en diciembre para financiar al banco Mifel en su oferta por los activos de Citi en México.

A diferencia de los fondos soberanos de otros países que se usan para el ahorro intergeneracional, “la mayoría de los fondos del Golfo se destinan a inversiones en el extranjero en un esfuerzo por aumentar la riqueza, y a menudo también se utilizan para ampliar el alcance político", afirma Karen Young, profesora e investigadora senior de la Universidad de Columbia.

Y agrega: "El uso de los fondos soberanos como instrumento de política exterior no es exclusivo de los Estados del Golfo, pero la intensidad de su uso como instrumento de influencia política, y cada vez más en competencia entre sí, es una tendencia regional”,
 

Petrogoles

Es el denominado soft power, y desde que saltaron a la arena financiera internacional durante la crisis financiera de 2008-2009, los países del Golfo Pérsico han descubierto que inversiones millonarias ayudan a que los gobiernos de Occidente olviden rápidamente la represión a las minorías, el trato secundario a las mujeres o acusaciones de violaciones a derechos humanos de trabajadores y opositores políticos.

Los fondos soberanos de Arabia Saudita y Qatar son los dos principales accionistas de Credit Suisse. El fondo saudí es el segundo accionista de la automotriz de lujo Aston Martin, y las inversiones inmobiliarias en Londres son tales que la lujosa zona de Knightsbridge es denominada “Little Arabia”.

El capital qatarí fue clave para que Elon Musk comprara Twitter. Mientras Zoom, Softbank, Meta y Alphabet se han beneficiado de las inyecciones de capital del Fondo de Inversión Pública (PIF) saudita en los dos últimos años.

Los planes de inversión han sido tan agresivos, que en el caso del millonario fondo saudita sus propios ingresos petroleros no han sido suficientes. En noviembre, el PIF recurrió a una colocación de bonos por US$ 17.000 millones para aprovechar la baja en los mercados y financiar nuevas adquisiciones.

Como explica Young, mientras otros países petroleros como Kuwait o Bahrain son más conservadores y bajo perfil en sus inversiones, Arabia Saudita, Qatar y EUA han intensificado su carrera por diversificar sus economías, atrayendo además a empresas extranjeras.

El PIF es el eje vertical de la Agenda Vision 2030 del príncipe saudita Mohammed bin Salman para modernizar la economía petrolera. Los planes incluyen la construcción de la Neom, una ciudad futurística que funcionará por completo en base a energías verdes, y cuya construcción se estima requerirá de unos US$ 500 mil millones.

Con reservas petroleras por unas cinco o seis décadas más, los países del Golfo Pérsico sienten la presión de encontrar nuevas fuentes de ingresos para financiar economías que dependen básicamente del gasto estatal.

Tal como lo hiciera China en los años ‘80, las principales economías del Golfo Pérsico han entendido que tal estrategia de crecimiento requiere de una inserción mayor en la economía internacional.

Arabia Saudita ahora es la sede de “Davos en el desierto”, que el pasado octubre reunió miles de personas, entre banqueros, empresarios y políticos. Abu Dhabi tiene la presidencia de la cumbre climática COP28, y Dubai será la sede de una docena de eventos mundiales de inversiones (mujeres, cripto, futuro de las finanzas, pensiones) solo en la primera mitad del año.

Qatar y EAU incluso han dado “modestos pasos” democráticos, lo que les permitió destacar en el último Índice de Democracias de The Economist Intelligence Unit, aunque todavía -junto a Arabia Saudita y otros vecinos de la región- ubicándose en la parte inferior del ranking.
 

¿Sportwashing?

Además de sus agresivos planes de inversión, las tres principales economías del Golfo tienen algo más en común: su apuesta por el fútbol como medio para conquistar a Occidente.

Qatar invirtió US$ 200 mil millones en organizar la última Copa Mundial de la FIFA, y se perfila como el principal candidato para quedarse con una participación mayoritaria en los icónicos Manchester United y Liverpool, y sumarlos así al portafolio que ya contiene al francés Paris Saint-Germain.

Los fans sauditas ahora pueden ver jugar de local a Cristiano Ronaldo, el último fichaje de Al-Nassr; su fondo soberano (PIF) adquirió el equipo inglés Newcastle y estaría negociando comprar el 20% de la liga de fútbol brasileña. Si el diario Político tiene razón, Arabia Saudita también estaría haciendo lobby para quedarse con el Mundial del 2030, en conjunto con Egipto y Grecia.

Amnistía Internacional ha llamado la estrategia de los países del Golfo “sportwashing”, o usar el deporte para presentar una “imagen nueva y brillante” de países con cuestionables conductas en materia de derechos humanos.

Pero Simon Chadwick, profesor de Skema Business School y autor de Geopolítica económica del deporte, afirma que la estrategia va más allá. Arabia Saudita y sus vecinos del Golfo están compitiendo por convertirse en el hub de un nuevo centro de poder en un mundo multipolar. Al menos en el corto plazo, el hambre del mundo por petróleo y gas seguiría financiando sus ambiciones. 
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 El jeque Tahnoon bin Zayed Al Nahyan de Emiratos Árabes Unidos (en el centro) rodeado por el emir de Qatar, jeque Tamim bin Hamad Al Thani (izquierda), y el ministro de relaciones exteriores qatarí, jeque Mohamed bin Abdulrahman bin Jassim Al Thani. Tres de los nuevos poderes del mundo financiero.

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