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Francis Scarr: “En la televisión estatal rusa se habla de los ucranianos como subhumanos”
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Han pasado dos meses desde que Rusia comenzó su invasión en Ucrania. Una tragedia que para Francis Scarr ha significado ver –repentinamente– un dramático aumento en el interés por su trabajo.
“Veo televisión rusa para que usted no deba hacerlo”, reza su perfil en Twitter. Scarr es periodista senior de BBC Monitoring, un área hasta hace poco no muy conocida de esa cadena británica.
“Siempre me gustó aprender y hablar ruso”, recuerda Scarr, quien estuvo asentado en Moscú desde 2018 hasta hace un mes, cuando tuvo que salir de Rusia debido a las nuevas leyes “que hacían prácticamente imposible informar con objetividad”.
-Entiendo que ya desde hace un par de años comenzó una mayor represión a la prensa. ¿Cómo lo sintieron?
-Hubo algunos cambios. Pero, sobre todo, la represión afectaba a los periodistas rusos. Por ejemplo, la ley de agentes extranjeros hace básicamente la vida de la gente muy difícil y los obliga a poner en cada artículo una aclaración diciendo que ha sido escrito por alguien que es reconocido por el gobierno ruso como un agente extranjero.
-¿Qué tanto peso puede tener esa declaración?
-Por cómo se usa, tiene similitudes con ese título soviético de “enemigo del pueblo”. Así creo debe sentirse ser declarado “agente extranjero”.
-¿Debió ser peor para los periodistas…bueno... extranjeros?
-Hasta la guerra, sentí que los periodistas extranjeros eran bastante libres porque no estaban informando en ruso y realmente el objetivo principal del Kremlin es controlar la narrativa doméstica. Pero ya en el verano pasado, el Servicio Federal de Seguridad (FSB) elaboró una lista de temas que los periodistas no debían cubrir; o, si los cubrían, deben ir voluntariamente a las autoridades y decir que lo están haciendo y declararse como agentes extranjeros.
Por supuesto, la mayoría de estas leyes son particularmente vagas y turbias y se utilizan selectivamente. El sistema legal ruso no sigue las reglas del juego a las que podríamos estar acostumbrados en otros países. Ellos pueden apuntar a la gente por una razón y procesarlos por otra. Alexei Navalny, por ejemplo, el líder de la oposición, está técnicamente en la cárcel por cargos de fraude, no porque sea un político de la oposición que no le guste a (Vladimir) Putin”.
-¿Cómo vivieron los días previos a la invasión en Moscú?
-Hasta que se anunció la “operación militar especial”, las cosas parecían notablemente tranquilas y normales en Moscú. Tuve conversaciones con otros periodistas y mis amigos rusos, y nadie pensó que Putin iba a invadir así. Todo el mundo estaba convencido de que era solo una forma de asustar a Occidente... Putin tuvo esa reunión bastante teatral con su Consejo de Seguridad y luego dio este discurso televisado tarde una noche y parecía genuinamente enojado. Hablaba de Ucrania como un estado artificial, “antirruso”, cuyo único propósito es enemistarse con Rusia. Creo que fue entonces cuando pensé “él está planeando algo serio. No es solo un susto a Occidente”.
“La guerra que ven los rusos no es la misma que nosotros vemos”
-¿Tampoco notaste un cambio previo en la televisión estatal?
-Para ser honesto, no lo vi porque cada vez que Occidente decía que Rusia está a punto de invadir, simplemente se reían de ello. Recuerdo que cuando se dio una fecha, creo que fue 15 o 16 de febrero como el inicio de la invasión, Olga Skabeyeva, una de las presentadoras de televisión más beligerantes y agresivas, se rio: “Oh, nuestros soldados se quedaron dormidos. Se perdieron la fecha de la invasión”.
Lo otro es que desde 2014, la televisión rusa ha estado dominada por la hostilidad hacia Ucrania. Ahora, en retrospectiva, parece casi inevitable lo que pasó, porque desde la anexión de Crimea (en 2014) han estado cultivando esta retórica contra Ucrania y Occidente. No ven a Ucrania como un Estado legítimo. Ellos ven a los ucranianos como, yo no diría subhumanos en la forma en que la Alemania nazi miró a los judíos, pero, definitivamente, inferior.
Han sido largos ocho años de preparación de terreno en términos de la opinión pública.
-¿Crees que han tenido éxito y que esas encuestas que se difunden tienen razón, y una gran mayoría de los rusos respalda a Putin en esto?
-Hay un par de factores que hacen más difícil confiar en las encuestas. Y el primero es que la gente no está dispuesta a decir la verdad, porque efectivamente se ha vuelto ilegal oponerse a la guerra en Rusia. Incluso si es anónimo, la gente va a tener miedo a decir la verdad.
Lo otro es que, especialmente ahora que han cerrado medios independientes, el Kremlin tiene un control total sobre la narrativa de la guerra, por lo que la guerra que los rusos están viendo no es la misma guerra que nosotros estamos viendo.
-¿Cómo es la guerra que ellos ven?
-Hay una frase algo histórica que les gusta repetir: “Rusia no comienza las guerras, las termina”. Están retorciendo la narrativa para sugerir que Ucrania es de alguna manera culpable de esto. Todo está al revés. Rusia es la víctima en lugar del agresor. Y de nuevo, no es que la gente haya sido condicionada de repente de la noche a la mañana a creer esto. Esto es algo que ha estado sucediendo durante años, donde se les ha dicho que Occidente va a por ellos. Por eso creo que, en general, tiene apoyo entre la población rusa.
Apagar emociones
-Es difícil para alguien que vive en Occidente imaginarse el nivel de propaganda. ¿Puedes explicar cómo es vivir viendo todo el tiempo televisión rusa?
-Es difícil de graficar, pero es tremendamente hostil y violento. Yo he evitado usar esta comparación antes cuando dicen que Rusia es un país fascista, pero viendo lo que dicen en la TV desde que comenzó la guerra es difícil no estar de acuerdo.
Todo se trata de movilizar a la población. Pero no es que envían mensajes, sino que todos los hechos son torcidos o explicados con toda clase de teorías conspirativas. Algunas son simplemente mentiras, otras son teorías verdaderamente locas. Por ejemplo, sobre la masacre en Bucha, en Ucrania, en uno de los programas dijeron que los cuerpos en las calles parecían víctimas de accidentes de tránsito, otra teoría es que el MI6 británico había sido responsable y había enviado expertos en efectos especiales para poner los cuerpos de una manera específica, luego que fueron los soldados ucranianos los que lo hicieron, y que los rusos estaban tomando solo represalias.
-Y la gente lo cree, no hay otras fuentes….
-Creo que el impacto general es –y esa es la intención del Kremlin– que la gente dude de la idea de que hay una verdad que puede ser alcanzada. No saben realmente a quién creer, y asumen que Occidente está mintiendo. Otros pensarán que el gobierno no está diciendo la verdad, pero “los ucranianos se lo merecían de todos modos”, porque durante años se les ha dicho que los ucranianos son nazis. Además, muchos rusos se consideran apolíticos, y eso le conviene al Kremlin, tener este tipo de población apática que no representa ningún tipo de amenaza. Porque, aunque apolíticos, muchos dirán que apoyan a Rusia, son patriotas.
-¿Cómo funciona?
-Es más o menos todo acerca de la guerra. Tienes los reportes noticiosos y luego tienes los llamados programas de entrevistas. La mayoría de ellos comenzó después de Crimea. Hay uno llamado 60 Minutos, que solía tener una edición a la hora del almuerzo. Ahora empieza a las 11:30 y dura 2,5 horas. Y luego tienen otra edición de 2,5 horas que quizá sea a las 5:30 de la tarde. Entre eso hay otro gran programa de entrevistas que dura como 2,5 o tres horas.
Es más o menos lo mismo en todos los canales. Antes de la guerra había programas de entretenimiento durante el mediodía, pero prácticamente se han deshecho de ellos.
La otra cosa es que estos programas, desde que comenzaron, muy rara vez hablan de lo que está pasando en Rusia. Siempre es sobre Ucrania o sobre Occidente. La única vez que hablan de la política interna es cuando Putin ha dicho algo... A la mayoría de mis colegas no les gusta verlo. Pero yo he adquirido este hábito, puedo apagar mis emociones y solo tratar de ver sus narrativas, y ves tendencias que van cambiando de acuerdo a la etapa de la guerra.
Los jóvenes, McDonald’s y la revolución
-¿En qué ha cambiado el discurso?
-Al principio era una especie de triunfalismo. Ahora, la explicación de por qué dura tanto es que Rusia está siendo suave con Ucrania porque quieren proteger a los civiles y no causar demasiado daño a la infraestructura civil. Lo que es absurdo, según lo que nosotros podemos ver. También dicen que es una guerra de Occidente contra Rusia. Así que Rusia es la víctima, no el agresor; y es Occidente el que está tratando de convertirlo en una guerra a gran escala.
-¿Percibes que están preparando el terreno para una nueva etapa?
-Cuando analizo la televisión rusa trato de escuchar más lo que dicen los presentadores, porque son los que reciben el tipo de instrucciones del Kremlin, y comienzas a oír a estas cabezas parlantes hablando de ataques nucleares, y claro se vuelve aterrador. Pero creo que se anima a los presentadores a salir con esta retórica extrema con el fin de, no sé, tal vez, hacer parecer las acciones del Kremlin más racionales.
-Está la idea de que hay un efecto generacional: los mayores apoyan a Putin y los jóvenes rechazan la guerra. ¿Lo ves así?
-Tengo veintitantos años, y mis amigos en Rusia son muy similares a mis amigos en casa en sus intereses y opiniones políticas.
-Dirías entonces que la generación joven es más “europea”…
-Definitivamente. Pero creo que también es un error asumir que todos los menores de 35 años odian a Putin porque no es el caso. Los hay, pero también hay mucha gente que sí apoya a Putin y comparten este tipo de mentalidad de que Occidente es el enemigo. Existe la idea de que un día los jóvenes rusos impulsarán una especie de levantamiento contra el gobierno. No es cierto.
-O sea que esa idea de que la población rusa vive una especie de síndrome de Estocolmo masivo no es cierta. Muchos comparten esas ideas.
-No es cierto. Sí, lo hacen. Pero hay que pensar en el control que el Estado ejerce a través de los medios. Obviamente no es nuevo. Viene de la Unión Soviética, cuando se animó a la gente a confiar en su gobierno y a ver a Occidente como el enemigo, lo que continúa hoy en día. Además, muchos, especialmente entre personas mayores, no ven la libertad en el sentido que la vemos en Occidente, como algo bueno. Tienen todavía el trauma del colapso de los 90, que es considerado el período más libre de la historia moderna de Rusia.
-¿Las sanciones tendrán efecto?
-La prioridad para la mayoría de los rusos es tener suficiente dinero para un auto, vacaciones o celebrar un gran cumpleaños, pero eso no significa comprar productos occidentales. La salida de las empresas extranjeras solo perjudica a quienes ya se oponían a Putin. Esta idea de que privar de repente a la gente de McDonald’s vaya a iniciar una revolución no me parece muy realista. Pero creo que la idea es que la presión económica genere un cambio político… de gobierno…
Francis Scarr concluye: “Tal vez el impacto económico de las sanciones, especialmente fuera de Moscú donde los ingresos son increíblemente bajos, desencadene algún tipo de descontento. Pero está la posibilidad de que las sanciones sirvan para unir a la gente contra Occidente. Esto es definitivamente algo que los medios estatales están tratando de impulsar”.