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Opinión

La columna de J.J.Jinks: ¿Para qué, Michelle?

La columna de J.J.Jinks: ¿Para qué, Michelle?

Ser competitiva en las encuestas no es razón suficiente para repetirse el plato por tercera vez. Uno esperaría una visión de país que trajera algo distinto hoy a la mesa, pero nada de eso se pispa en sus esporádicas intervenciones públicas.

Por: J.J. Jinks | Publicado: Sábado 24 de agosto de 2024 a las 21:00
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Un heladísimo martes de agosto nos encontramos a la Expresidenta Bachelet en un corte de cinta organizado por algún alcalde oficialista que va a la reelección. La escena se repite a los pocos días en otra comuna.

Michelle menos sonriente que antaño, pero disciplinada como siempre, se enfunda en ropajes varios para escapar del frío que acompaña las desangeladas escenas de precampaña municipal. Estas postales se suceden una tras otras en momentos donde la hasta hace poco Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos trepa en las encuestas como presidenciable para un potencial tercer período en La Moneda.

Cuidadosa en el lenguaje, Bachelet declara “no soy candidata”. No hay que ser un exégeta muy experimentado para darse cuenta que esa no es precisamente una frase que cierre la puerta a una posible candidatura. Como toda política de fuste se deja querer y parece disfrutar que todo su sector hable de ella y se encomiende a que un milagro suyo los libere de una derrota altamente probable.

Lamentablemente para la izquierda el poner todas las fichas una vez más en Bachelet puede ser esperanzador desde un punto de vista electoral, pero tiene altos costos para sus liderazgos alternativos. Cual sauce llorón, bajo la sombra de Bachelet es muy desafiante que se consolide alguna candidatura competitiva, lo que los deja en una posición de extrema fragilidad ante la posibilidad de que el “no soy candidata” termine siendo cierto el año que viene. Improbable, pero posible.

La derecha, por su parte, muestra rápidamente que le teme a Bachelet. Con ciertos rasgos histéricos cuestionan, a tontas y a locas, cualquier actividad desarrollada por la Expresidenta sin lograr nada más que lo contrario que lo que pretendían. Más se habla de ella y más patente es su fuerza electoral. No parece haber buenas razones para tanto miedo. El segundo gobierno de Bachelet fue francamente deficiente y en cualquier proceso presidencial esto volvería a aparecer en toda su magnitud.

Han pasado diez años de su reforma tributaria y el “júzguenme por los resultados” del entonces ministro Arenas. Parece un tiempo prudente para emitir el solicitado juicio: Chile lleva una década estancado en su crecimiento y no creemos en coincidencias sincrónicas. Para qué decir la reforma educacional, los resultados son para llorar. La educación pública venía arrastrando problemas desde hace muchos años, pero mantenía algunas excepciones notables en sus colegios emblemáticos. Todo eso se destruyó y hoy cualquier comparación del antes y el después sirve solo para deprimirse.

La guinda del postre fue la reforma electoral. Buscando corregir al demonizado binominal terminaron botando el agua sucia con guagua y todo. La balcanización de partidos políticos y parte importante del descrédito de nuestro Congreso se lo debemos a esa reforma.

En aspectos centrales, economía, educación y sistema político las reformas de Bachelet II son parte consustancial de los problemas serios que enfrenta Chile en la actualidad. Ser competitiva en las encuestas no es razón suficiente para repetirse el plato por tercera vez.

Uno esperaría una visión de país que trajera algo distinto hoy a la mesa, pero nada de eso se pispa en sus esporádicas intervenciones públicas. Si no hay un propósito más allá de frenar a la derecha dan ganas de preguntarle: ¿Para qué, Michelle? ¿Para qué?

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