Personaje
Cristián Warnken: “Soy un hereje, eso sería más preciso”
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No esperaba encontrarse con una audiencia tan grande. Pero cuando entró al salón del Hotel W, dice, fue como si se enfrentara a la ENADE. Eso recuerda Cristián Warnken (63), pensador, profesor, escritor y comunicador, quien ese miércoles 10 de julio era uno de los tres expositores de un seminario organizado por LarrainVial.
El tema era el estancamiento económico en Chile. Primero hablaron los economistas Sergio Urzúa y María Olivia Recart. “Escuché sus charlas, muy buenas, muy bien armadas con Power Point. Yo ni siquiera tenía eso -cuenta-. Estaba con mis cuadernos y mis libros. Entonces miré a los asistentes y dije: ‘Ahora vamos a hablar desde otro lugar’”. Acto seguido, empezó a recitar en italiano el comienzo de La divina comedia, de Dante.
Warnken recuerda la escena una semana después, sentado en el living de su casa de Vitacura. El ánimo le alcanza incluso para repetir esos versos: Nel mezzo del cammin di nostra vita mi ritrovai per una selva oscura ché la diritta via era smarrita. Luego sonríe.
“Mucha gente quedó desconcertada, entonces me lancé toda una reflexión de qué pasa cuando los países se extravían. Me sentí cómodo. Me parece muy importante llevar la mirada humanista a la empresa, a mundos donde se cree que las humanidades no tienen nada que decir. Encontré allí mucha resonancia, eran mundos que se cruzaban y que no tienen por qué estar separados”.
"Me parece muy importante llevar la mirada humanista a la empresa, a mundos donde se cree que las humanidades no tienen nada que decir".
Expandir las humanidades -su forma de reflexión, su mirada a la realidad- ha sido siempre una tarea que ha asumido Warnken. Lo ha hecho en sus programas de TV, como el celebrado La belleza de pensar; en sus programas radiales, como Desde el jardín, que realiza en radio Pauta; en sus podcasts, como Tú, hipócrata lector; en sus entrevistas por internet, como el programa En persona en el YouTube de ICARE; en su rol de creador de la editorial UV (de la Universidad de Valparaíso); en sus talleres; en sus columnas de opinión que escribe en El Mercurio. “Es una acción de resistencia y convicción que he hecho toda mi vida. Y no es fácil”, precisa. La labor sumó otro capítulo: en junio debutó el centro País Humanista, que él dirige en la Universidad San Sebastián.
- ¿Cómo llegas a ser director de este centro de pensamiento?
- Yo hace tiempo tenía la idea de abrir un espacio de humanidades, porque tengo la convicción de que a pesar de que estamos yendo a una civilización artificial, un cambio más grande que la revolución industrial por el efecto en nuestras vidas, el papel de las humanidades será muy importante en los tiempos que vienen. Pero las humanidades han ido desapareciendo de las universidades, lo que es muy grave: las universidades nacen desde las humanidades y, para mí, la universidad que no las tiene no es una universidad. El momento de las humanidades es ahora, ahí la oportunidad de generar un centro de reflexión, investigación, irradiación. Conversé con varias universidades, pero la invitación de la San Sebastián me pareció más atractiva.
- ¿Qué la hizo más atractiva?
- Estoy viviendo hace unos años en el sur, en la frontera de Llanquihue con Puerto Varas. Entonces quería generar un proyecto que tuviera un pie en el sur. Y la Universidad San Sebastián nace en el sur, en Concepción; y tiene una sede en Puerto Montt, donde estoy haciendo clases también. Eso de tener un pie en el sur, en la provincia, me pareció tremendamente atractivo. Partimos las conversaciones hace un año.
- ¿Quién te llamó de la Universidad San Sebastián?
- Eso prefiero guardármelo.
- ¿Fue Luis Cordero, quien en ese tiempo era el presidente de la junta directiva?
- Lamentablemente a Luis Cordero (fallecido en junio) no lo conocí personalmente. Pero él estaba al tanto de este proyecto, fue uno de los grandes impulsores. Justo cuando iba a ser la primera reunión formal, él se enfermó.
- ¿Qué va a hacer específicamente País Humanista?
- Hay una línea que es extensión. Desarrollar seminarios, encuentros, charlas. La segunda línea es una mirada humanista de la inteligencia artificial. Y un tercer proyecto es hacer una revista en papel y en digital. Se va a llamar País Humanista, y hará cruces entre distintos mundos. Queremos que no sólo llegue a una élite intelectual y universitaria, sino a otros públicos. Por ejemplo los profesores, para que el material de la revista puedan usarlo en sus clases.
“Evangelizar culturalmente a nuestras élites”
Dice Warnken, con nostalgia: “En Chile hubo un momento donde la reflexión intelectual, la reflexión filosófica, estaba presente fuertemente en las universidades, en los medios, incluso en la política. Eduardo Frei padre, por ejemplo, era amigo de Gabriela Mistral y ella era amiga de Pedro Aguirre Cerda. Establecían un diálogo. Eso se ha perdido. Era un país con miles de defectos, con carencias tremendas en desarrollo económico y social, pero las humanidades tenían presencia. Los rectores de las universidades eran personas de formación humanista. Pensemos que el fundador de la Universidad de Chile fue Andrés Bello, humanista cabal. Eso debemos recuperar, porque las humanidades han perdido mucho terreno en su incidencia en la reflexión pública”.
- ¿En qué se nota que nos falta pensamiento humanista?
- Las conversaciones se han empobrecido en el mundo de la política y al interior de la familia. Muchos jóvenes tienen la inquietud pero se sienten huérfanos, no hay grandes referentes intelectuales que admirar. Han ido perdiéndose. Pienso en gente como Jorge Millas, un tipo del mundo de las humanidades que participó además en un momento de la contingencia política, pero siempre con mirada amplia. Yo creo que hay una nostalgia y una necesidad de un espesor intelectual.
- ¿Realmente no ves referentes intelectuales hoy?
- Hay figuras, pero lamentablemente me da la impresión que han ido quedando acotadas a ámbitos más cerrados.
- ¿En quién piensas, por ejemplo?
- Carlos Peña, una figura de intelectual público, de las que nos faltan más. También Agustín Squella. Hay figuras nuevas muy interesantes, por ejemplo en el IES. Daniel Mansuy, Pablo Ortúzar, Josefina Araos, Hugo Herrera. Pero lo que veo también es una élite, y lo digo transversalmente, que ha mirado el pensamiento humanista como una especie de lujo o de adorno, no como fundamento. No hay una convicción profunda de que las humanidades son importantes. En mis entrevistas le he preguntado a líderes políticos, no voy a decir a cuáles, por estas materias y me miran como si hablara otro idioma. Hay figuras interesantes, pero no tienen eco en la élite que toma las decisiones. Todo queda en un nivel muy superficial. Hay que evangelizar culturalmente a nuestras élites.
¿A qué élites apuntas?
- Políticas y económicas. Y quiero dejar muy claro que no estoy en contra de que hayan élites; los países no funcionan sin ellas. En Chile lo que pasó ahora es que una élite se reemplazó por otra. Muchos son hijos de la antigua élite, son más o menos los mismos revueltos en distintos canastos. Si comparo la élite de hoy con la del siglo XIX chileno, la de antes construyó el país. La élite de hoy, en un país más desarrollado, con más recursos, es más carente de la convicción que la sensibilidad y la reflexión humanistas son cruciales en todos los ámbitos.
"Estoy en un proceso reflexivo, de mirar todo de nuevo. Fue tan fuerte la inmersión en la realidad, que de repente sentí que estaba cayendo en un activismo sin tener el espacio para pensar y quería recuperar mi libertad".
- Hace unas semanas el economista Sebastián Edwards dijo que no se deberían dar Becas Chile a carreras humanistas. Tú respondiste con una carta, hablabas de ninguneo.
- Conversé con él y sé que ésa no era su intención… pero claro, algo quedó. Respondí con una carta a El Mercurio y firmé por primera vez como director de País Humanista. A nosotros nos interesa estar en esas polémicas, donde las humanidades se convierten en noticia en los medios y empezamos a conversar de eso, como tema de interés público.
- En tu carta hablabas de “consecuencias catastróficas” para un país que desconoce a las humanidades…
- Es que las tiene. Mira, se ha dicho mucho que la élite del Frente Amplio es la nueva élite. ¿Qué llevaban en sus mochilas los estudiantes Jackson y Boric? Un libro de Atria, un libro de Chantal Mouffe y un libro de Laclau. El primero releva la batalla política, los otros dos son pensadores de un cierto populismo de izquierda. Bueno, eso era todo. No hay muchas más ideas ni mucho más espesor. Pero por lo menos ellos llevaban esos tres libros en su mochila, porque ¿qué llevaban los que se supone tenían que enfrentarlos a nivel de ideas?... No hay ni había un soporte intelectual, una reflexión, que hiciera frente a esos referentes. El estallido pilló a una parte de la élite sin herramientas de análisis, de interpretación, y fueron sobrepasados por la realidad. Por eso hablo de consecuencias catastróficas. Abandonar el mundo de las ideas es un acto irresponsable.
- El Presidente Boric da la imagen de alguien que lee mucho, más que esos tres libros que mencionas. ¿Cómo lo ves?
- No, no quiero emitir juicios. No quiero convertirme como en un Profesor Jirafales que juzga al alumno Boric. No voy a hacer un control de lectura de lo que lee o no. Creo que él es una persona curiosa. Es interesante que le guste la poesía. Yo lo sé porque yo dirigí una editorial en la Universidad de Valparaíso, con un sello de poesía, y Boric fue a varios lanzamientos. Me parece interesante que haya un Presidente con esa sensibilidad.
“Necesitaba una distancia y en eso estoy”
Durante 2020, Cristián Warnken -como él mismo dice- atravesó a otro territorio “que me hizo salir de mi zona de confort”. Se instaló en las tierras de la contingencia política. Empezó a dedicar sus columnas, y también sus declaraciones, contra la violencia y la polarización que trajo el estallido social. Recibió críticas, algunas muy descalificadoras. 200 personas, entre ellas varios conocidos PPD y ex DC, firmaron una carta en su apoyo.
En 2022, con la Convención Constitucional andando, creó el movimiento Amarillos (legalizado como partido en 2023). La idea era levantar una alerta por este organismo que, a su juicio, ponía en riesgo la convivencia democrática del país. Un llamado, puntualiza, al diálogo y no a la confrontación. Los ataques hacia él se redoblaron. Lo llamaron converso, dejando en el aire un tono de traición debido a su pasado de izquierda. A fines de ese año, tuvo hasta una funa de ciclistas afuera de su casa en Santiago, que fue repudiada incluso por el Presidente Boric.
“Todo eso es un ciclo que estoy cerrando. Siempre tuve claro que yo no iba a hacer una carrera política. Eso no significa que uno no pueda actuar políticamente, que muchas veces es un deber de quienes pertenecemos al mundo más intelectual y en lo cual podemos equivocarnos. Pero siempre supe que yo jamás iba a abandonar de donde vengo”, explica.
- ¿Cuál es hoy tu relación con Amarillos, que al comienzo presidiste?
- Ya no estoy en primera línea de las decisiones, pero sigo participando como un militante más. Es una decisión personal. Estoy en un proceso reflexivo, de mirar todo de nuevo. Fue tan fuerte la inmersión en la realidad, que de repente sentí que estaba cayendo en un activismo sin tener el espacio para pensar y quería recuperar mi libertad. No es un descompromiso, sino que necesitaba una distancia y en eso estoy.
- Mirando con distancia tu tránsito en ese territorio que no era el tuyo…
- Absolutamente. Pero nunca hubo un cálculo, lo que hubo fue un acto de arrojo, no sólo mío sino de todo el grupo con que lo hicimos. Dijimos: “Vamos a dar un testimonio, no podemos dejar que este proceso constitucional, tal como está siendo elaborado, llegue a término, porque va a llevar al país a un despeñadero”. Había que dar un testimonio, porque en el mundo de la centroizquierda más democrática o del centro había un silencio, una abdicación inaceptable. Yo me sentía muy raro; es decir, en un hábitat que no había sido el mío y me movía con inseguridad. ¿Dónde estaba pisando? ¿dónde estaban las lealtades, las traiciones, quién era quién? De repente, sin darnos cuenta, estábamos en la primera línea de la batalla. Y yo con esa sensación de extrañeza. ¿Qué estoy haciendo acá? ¿por qué ? ¿qué voy a decir? Pero siempre en mi vida, cuando asumo una responsabilidad me gusta llevarla adelante y terminarla.
- ¿Hubo costos personales?
- Muchos. Por supuesto que beneficios también, conocí gente fascinante y me siento orgulloso de lo que hicimos. Pero sí, tuvo costos inmensos. Estoy muy tranquilo porque vuelvo a mi espacio natural. Estoy escribiendo un libro sobre esto. Ha sido tormentoso de escribir, porque más que un análisis político, es un proceso de reflexión interior, personal, subjetivo, sobre lo que me tocó vivir, por qué salí de mi zona de confort, de mi pequeño Olimpo, por qué abandoné una tribu y me convertí en apóstata de ella. No se vuelve de eso sin heridas. Se vuelve lleno de cicatrices.
- ¿Te sientes un converso?
- No soy un converso, porque no me convertí a nada. No pasé de una ideología a otra. Más bien me siento huérfano políticamente, y me siento interiormente muy libre.
- ¿Efectivamente tuviste un pasado de izquierda?
- En la dictadura fui militante, eso es verdad. Mi primera militancia fue en segundo, tercero, medio, poco después del Golpe. Un compañero de curso me invitó a participar en lo que llamaba un comité de resistencia, que según él era un comité amplio en que estaban todos los sectores y resultó ser finalmente una célula del MIR. De repente me vi ahí adentro y rápidamente me salí. En la universidad fui militante de la Unión de Jóvenes Democráticos, que era la juventud del MAPU Obrero Campesino. Era algo más razonable. Luego volví a lo mío y dejé la militancia. Más tarde siempre voté Concertación. Incluso en el último tiempo apoyé gente joven que me parecía interesante, como Jorge Sharp en Valparaíso, de lo cual me arrepiento profundamente. Pero la decepción profunda vino en el estallido, donde vi por primera vez la posibilidad de que la izquierda tirara la democracia por la borda si era necesario.
- Si no eres un converso, ¿cómo te defines?
- Soy un hereje, eso sería más preciso. En el mundo de la izquierda, de alguna manera la política se ve como algo casi religioso, en algunas personas la ideología reemplaza a la religión, entonces se asume subjetivamente como una fe. Entonces cuando ves que esta izquierda es una izquierda que estuvo a punto de poner en jaque la democracia, yo no participo de eso. Hubiera esperado que esa reflexión crítica hubiese generado debate y diálogo, pero no: fue ir a castigar, a funar y a deslegitimar a quien osara poner en duda las verdades que se imponían en ese momento.
"Estoy escribiendo un libro sobre esto. Más que un análisis político, es un proceso de reflexión interior, personal, subjetivo, sobre lo que me tocó vivir, por qué salí de mi zona de confort, de mi pequeño Olimpo, por qué abandoné una tribu y me convertí en apóstata de ella"
- Amarillos siempre rehuyó de que lo pusieran políticamente en un sector. Sus actuales conversaciones con Chile Vamos por las municipales, ¿lo ubican finalmente en la órbita de la centroderecha?
- Mira, la verdad es que prefiero no entrar al análisis político de lo que está haciendo Amarillos. Les deseo suerte, ojalá se articule un espacio de centro en el país. Yo lo observo como un militante más.
- O sea como despidiendo a un barco que zarpa del puerto…
- La pregunta difícil… No, más bien diría que hay otros capitanes en el barco, que yo estoy en el barco y que si veo que algo está muy mal, daré la alarma: “Cuidado, hay un iceberg ”.