Cultura
Tres emprendimientos que han convertido los desechos en diseño
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Probablemente muchas mamás y papás han vivido este problema: cerros de juguetes plásticos que se acumulan en cada casa. Muchos desechables, de esos hechos en China que duran incluso menos que la atención de sus dueños. Los hermanos Consuelo, Cristina y Ramón Yávar también lo vivieron.
“Nos dimos cuenta que cerca del 90% de los juguetes que se comercializan en Chile vienen de China y muchos ni siquiera tienen clasificación del tipo de plástico que son”, cuenta Cristina, diseñadora estratégica con experiencia en diseño de servicios.
Consuelo, su hermana, también es diseñadora y Ramón es sociólogo, con un máster en negocios de impacto. Entre los tres llevaban un tiempo viendo la posibilidad de emprender juntos y la economía circular era el norte. Con esto en mente, en 2021 crearon Fénix (@planetafenix.cl), una marca de diseño y fabricación de juegos y mobiliario infantil a partir de plástico reciclado.
“Actualmente, el 80% de los materiales usados en la industria infantil es plástico, y el 80% de todos los juguetes terminan en vertederos, incineradoras o el océano. Creemos que la industria tiene que avanzar hacia la economía circular y al reciclaje de este material. Buscamos desacoplar la industria del uso de plástico virgen y generar una alternativa circular”, dicen.
Ahora acaban de lanzar una nueva línea que se llama Museo Fénix, enfocada en revestimientos y mobiliario, más allá del mercado infantil. “Nos dimos cuenta que este material tiene un tremendo potencial. Hemos tenido muy buena recepción en el mundo del retail y estamos empezando a desarrollar algunos mobiliarios de tiendas”, cuentan.
¿Su gran desafío? Trabajar en economías de escala que les permitan bajar los precios. “Cuando partimos queríamos hacer productos lo más masivos posibles, pero en el camino vimos que fabricar y reciclar en Chile no es tan barato. Sí buscamos democratizar esta opción”, cuenta Cristina.
Claro que el plástico no es el único producto problemático: los neumáticos, que demoran más de mil años en degradarse y que muchas veces se cambian sin pensar en el destino de los antiguos, también se acumulan sin solución. Tras salir de la universidad, los arquitectos Nicolás Vega y Cristóbal Romero se asociaron para llevar a cabo sus primeros proyectos en arquitectura y construcción.
Un día los invitaron a conocer la primera planta en Sudamérica que reciclaba neumáticos. “Ahí nos dimos cuenta que este material era mucho más interesante y que servía para hacer más que canchas y palmetas”, cuentan.
Esa primera visita fue el puntapié inicial para la creación de Muka (@mukachile), un verdadero laboratorio para la fabricación de productos con caucho reciclado. Después de un proceso que definen como largo y complejo, lograron aglomerar el grano de caucho en un proceso neutro y sin calor para generar productos de alto diseño y sustentabilidad.
“Todo lo que se hacía hasta la fecha implicaba calor o derretir el material para aglomerarlo, pero nosotros no queríamos hacer eso, ya que sabíamos que era un contrasentido contaminar en el proceso para hacer un producto sustentable. Estuvimos más de dos años investigando y haciendo prototipos antes de vender cualquier producto, pero teníamos un objetivo muy claro: lograr productos de calidad, con diseño y sostenibles en todo el proceso”, cuentan.
Desde su creación en 2010, han reciclado más de 15 mil kilos de caucho para convertirlo en productos, que van desde mats de yoga y de bicicletas estáticas, hasta muebles y maceteros. Uno de sus grandes desafíos ha sido convertirse en una alternativa real a otros materiales más baratos de fabricar y diseñar, como la madera y el hormigón.
“Hemos tenido que hacer entender a la gente y las empresas que el reciclaje del neumático es un proceso complejo y caro, y que el hacerte cargo de esto es tu responsabilidad tal como botar la basura o reciclar”, dicen. Pero sin duda la mayor satisfacción ha sido convertirse en la marca número uno cuando se habla de caucho reciclado, siendo siempre consecuentes con su objetivo. “Eso valida el trabajo que estamos haciendo y es un impulso tremendo para seguir”.
Otro caso inspirador es el de Mochacó (@mochacobags), la marca fundada por Manuel Astudillo y Erick Sepúlveda, que transforma los residuos acuícolas, como las redes de pesca, en nuevos productos. Manuel es diseñador de ambientes y director creativo de la marca, y siempre ha buscado enfocarse en el diseño social y democrático.
Después de trabajar 6 años en el Hágalo Usted Mismo, de Sodimac, se fue a vivir al sur y empezó a explorar materiales que pudieran ponerse en valor por medio de la manufactura, anticipándose al reciclaje.
“Tuvimos que desarrollar una cadena de valor que implique que las industrias gestionen sus residuos con nosotros, enviando la mayor parte a reciclaje (principalmente redes, cabos, boyas y otros plásticos) y otra parte los residuos, que están en mejor estado, destinarlos a la manufactura para crear productos que se conviertan en símbolos de todo este proceso articulador”, cuenta Manuel.
Para los creadores de Mochacó, que partieron en septiembre del año pasado, el proceso está recién comenzando, pero ya han recibido importantes reconocimientos. Este año se presentaron en la feria internacional Aquasur en Puerto Varas, donde Alicia Gallardo, que en ese minuto era la Subsecretaria de Pesca y Agricultura, los destacó como un ejemplo de sostenibilidad para la acuicultura.
Con el comercio justo y la transparencia como pilares de la marca –en su propuesta hasta el 50% del valor neto de los productos va directo a las artesanas con las que trabajan–, han logrado desarrollar una línea de bolsos y morrales y ahora acaban de lanzar una nueva línea de productos en colaboración con Constanza Leng y Benjamín Molina: zapatos.
“La idea nace en la búsqueda de seguir trabajando en productos de uso diario que se conviertan en símbolos de todo el proceso que está detrás. El calzado es potente y eso es justamente lo que buscamos: productos que representen las ideas del consumidor consciente”, dice Manuel.