Lecciones de Vida
Janine von Wolfersdorff: “No descansaré hasta evacuar a la mayor cantidad de ucranianos”
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“Es difícil recordar cómo partió todo. Lo que sí tengo claro es que algo cambió para siempre en mí, en mi esencia más profunda.
Con Jeannette, mi hermana gemela idéntica, nacimos en Aachen, una ciudad cerca de la frontera alemana con Bélgica. Somos las menores de los tres hijos que tuvieron nuestros padres, Marlis y Bernhard. Cuando hablo de mi infancia, hablo de ‘nosotras’, porque siempre estuvimos juntas con Jeannette (la economista, exdirectora de la Bolsa de Comercio, casada con el empresario chileno alemán Christoph Schiess).
Soy economista y trabajo como científica, consultora en temas de impuestos, contabilidad y finanzas con instituciones como la OCDE. Pero dejé todo congelado el 4 de marzo. Desde entonces estoy todo el día estudiando dónde llegarán los rusos a Ucrania, cuáles son los lugares más seguros, quiénes son los más vulnerables…
Esta historia parte durante los primeros días de la guerra, cuando llamé a un amigo contándole que estaba inquieta, que quería ayudar a los refugiados a encontrar un camino al norte de Alemania. Quería hacer algo para sacarlos de ahí. Pensé que podríamos hacerlo por Hungría y Austria.
No había infraestructura en la frontera para trasladar a estas personas, entonces empecé a pensar cómo resolverlo. Activé mi red de contactos, realicé cientos de llamados preguntando, ‘¿conoces a alguien en Budapest? ¿A alguien en Kiev? ¿Sabes de alguien que pueda ayudar?’
Pero no me prestaron demasiada atención. En ese intento me hablaron de una compañía de seguros que hacía este trabajo, pero que cobraba varios miles de euros por persona para sacarlos de Ucrania. ‘Ok, chao’, pensé entonces.
“Lo más difícil de todo esto es estar en Berlín. Desde aquí controlo todo. Estoy todo el día al teléfono, y cuando hay evacuación, prácticamente no duermo. Trabajo como una máquina. Y luego, cuando baja un poco la intensidad, reflexiono y lloro”.
Al cortar ese llamado, reflexioné: ‘Dios mío, esta persona me está diciendo que los ricos, los grandes ejecutivos, los privilegiados, están saliendo de Ucrania. ¿Y qué pasa con las madres con niños autistas, con discapacitados, con embarazadas? Esto no puede ser’, concluí. Llamé de vuelta a mi amigo y le dije: ‘Hagamos un crowdfunding para sacar a los que no tienen recursos’.
Pensamos que la mejor forma era contratando a una empresa de seguros, la más barata. Había que partir por Kiev porque estaba siendo asediada por tropas rusas.
La noche del viernes 4 de marzo decidimos hacerlo, teníamos el plan armado. Hasta que el domingo 6, la compañía de seguros nos canceló. Aseguró que era muy complicado volver a Ucrania.
Seguí buscando opciones. Y llegué a Adrian Rauko, un austríaco dueño de su propia empresa de seguridad. Le conté mi idea y me respondió: ‘Janine, sería más barato si lo hacemos por nuestra cuenta’. No dudé que él realmente fuera capaz de llevarlo a cabo: participó en el ejército austríaco, tiene buena información militar y de seguridad. Y no me equivoqué.
Adrian ahora es mi mejor partner. Dividimos las tareas: yo llamé a políticos; él armó la logística de seguridad. Conversé con la ministra de Familia, Lisa Paus, y le dije: ‘Necesito buses para traer ucranianos a Alemania’. Era la madrugada de un domingo. Media hora después me llamó el fundador de una gran compañía de transporte. Armamos una página web –evacuaid-kyiv.org– y nos asociamos a una ONG para recolectar fondos. Partimos.
Las licencias
Hasta ahora hemos concretado tres viajes, salvando 770 vidas. Investigamos casos de madres con niños pequeños, autistas, personas muy vulnerables, los localizamos y salimos a buscarlos. Para el primer viaje conseguimos tres buses de una firma austríaca: partieron desde Viena el segundo miércoles de marzo camino a Kiev.
Tuvimos muchos problemas, principalmente en las fronteras. Volvíamos con los buses cargados con refugiados con movilidad reducida, necesidades especiales... personas muy vulnerables que dejaron a sus maridos, sus familias, y no saben si volverán a encontrarse.
Con esa angustia, ese estrés, dejando su país... Y después de varios kilómetros de viaje, no los dejaron avanzar: estuvieron parados siete horas en la frontera. La policía de la Unión Europea exigió a los conductores licencias para manejar buses, que no teníamos. Ridículo.
¡Estamos saliendo de un país en guerra! Los choferes que contratamos son militares jóvenes, de unos 30 años, especializados, con experiencia en guerras como Afganistán, con conocimientos en medicina, seguridad y logística. Y les preguntan por su licencia para conducir buses. ‘No, no tienen, pero han conducido buses en zonas de guerra, tienen licencia para manejar camiones’, respondimos.
La ley europea, nos explicaron, señala que si tienes licencia para manejar camiones, puedes conducir un bus, pero solo cuando está vacío. Cuando hay pasajeros, necesitas una licencia de conductor de buses.
Pero lo solucionamos: llamamos a las embajadas, pedimos soporte, y a las siete horas lograron salir. Los viajes en total duran unos cuatro a cinco días, tratamos siempre de mejorar para que este proceso funcione mejor.
Cuatro viajes
Para la segunda misión conseguimos seis buses, luego, para el tercer viaje, siete y para el cuarto, diez. Este último lo iniciamos recién, el lunes 18 de abril, es el más grande hasta ahora y pretendemos trasladar a unos 500 refugiados.
Estamos evacuándolos desde Kramatosk, en el norte del Donbás, es la primera vez que llegamos ahí. Es una zona peligrosa donde, si miras el mapa, te das cuenta de que viene la invasión rusa en camino. Esta es una batalla nunca antes vista. Y está claro que si no trasladamos a estas personas, morirán. Es un verdadero infierno.
Mi objetivo es sacar la mayor cantidad de gente posible, lo más rápido, de la zona de peligro y traerlos a Alemania. Las personas como yo, como tú, ya se han ido a Nueva York, París, Londres, Hamburgo... pero los que siguen ahí en la zona del Donbás, son precisamente los que no pueden moverse.
No sé cómo terminará esto. Cada vez se hace más grande. Estamos logrando algo que el gobierno no hace, o que hasta ahora no ha podido hacer. Hemos tejido una logística público privada impresionante. Porque una sola ayuda no funciona.
Cuando se quiere armar un puente como este, hay que crear infraestructuras entre países, construyendo confianzas. Adrian está ahora en Kiev, conversando con los oficiales y así consiguió escolta policial, algo muy difícil de imaginar en momentos como este.
Además de la propia información de inteligencia que nosotros como equipo recolectamos, la escolta también busca el mejor camino para salir. Y todo el tiempo sabemos dónde están los muchachos del tour, dónde están los rusos, si nuestros conductores tienen que irse a la izquierda, a la derecha, parar… no los dejamos solos. No hemos tenido ningún accidente hasta ahora. Una ventana rota y nada más.
El alojamiento
Organizo buses de la forma más inteligente posible. Digitamos todo el proceso de selección de pasajeros en una especie de aplicación en la que clasificamos a los refugiados según vulnerabilidades: desde mamás con recién nacidos, mujeres con niños chicos, autistas, a personas con movilidad limitada... cada grupo necesita un cuidado especial.
El problema de los últimos tours fue encontrar buenas acomodaciones. Los refugiados que trasladamos no son personas a las que cuando llegan a destino, les puedo decir, ‘adiós, buena suerte’. Tenemos que asegurarnos de que estén bien. Algunos tienen algo de dinero ahorrado, otros nada. La UE también les da algo para vivir.
Conseguí el primer hotel para refugiados cerca de Múnich. Me llamó el dueño y me dijo que donaba la mitad del lugar por un mes. Pero la historia, increíblemente, no terminó bien. A los pocos días, el mismo dueño me dijo que había una reserva que se había hecho meses atrás para una convención justo en esa área. Está claro, él no era lo suficientemente sensible. Lo que uno esperaría era que le hubiese dicho a su cliente anterior, ‘tenemos que cancelar’. ¡Estamos hablando de niños autistas que vienen de Ucrania!
Contacté a la municipalidad y me dijeron ‘tenemos un hotel 5 estrellas para ustedes en un pueblo cerca de Múnich’. Mi reacción fue ‘¡yuhuu, esto es justo lo que los niños necesitan!’. Cuando los buses llegaron, salió la mitad del pueblo, doctores, oficiales y vecinos, a recibirlos con aplausos.
El problema es que no se puede llegar y hacer reserva para refugiados. Hay un procedimiento formal. Por ejemplo, también en Munich, un oficial nos dijo que no podían darnos camas para embarazadas porque el formulario no lo especificaba.
¡Bullshit! Era el hombre equivocado, pero esas cosas, por muy increíbles que suenen, suceden. Debe darse una mezcla entre gente, suerte, sensibilidad… Así se arma el puzle. Ahora, después de muchos mails, el ministro de Interior de Alemania dijo que se hará cargo de las acomodaciones. Veremos cómo sigue.
“Soy como una máquina,en las noches lloro”
En este cuarto viaje utilizaremos por primera vez un avión del gobierno alemán, que saldrá de Moldavia a Zaporiza. El trabajo con la administración de las ciudades ha sido clave.
Trabajamos mucho con el team del alcalde de Kiev, Vitali Klitschko. Se han convertido en verdaderos amigos. Es impresionante el amor de las personas que participan, el amor con que lo hacen. Aún no conozco al Presidente Zelensky, no hemos llegado tan lejos.
La gente con la que hablo siempre me dice, ‘oh, Janine, cuídate’. Por la forma en que hablo, todos creen que estoy en Ucrania. Y lo más extraño es no estar ahí, no haber conocido a estas personas. Quiero verlas, abrazarlas. Lo más difícil de todo esto es estar en Berlín.
Desde aquí controlo todo. Estoy todo el día al teléfono, y cuando hay evacuación, prácticamente no duermo. Trabajo como una máquina. Y luego, cuando baja un poco la intensidad, reflexiono y lloro. Pero hay que subir el ánimo y pensar que quien llora, también puede reír.
Este es un trabajo con humanos y uno llega a los sentimientos elementales: la vida, la muerte. Lo sientes en las súplicas de las personas. Cuando escucho las historias de mujeres que han sido abusadas, se me pone la piel de gallina. Una mujer de San Francisco me contactó totalmente estresada, llorando, me decía ‘por favor, saca a mi mamá de ahí, está en Kiev’.
Cuando el equipo la contactó, ella no quiso subirse al bus, pensó que era falso. Se lo conté a su hija, y lloró de nuevo con desesperación. Para el tour siguiente, marqué el nombre de la anciana en una lista: Natalia. Hoy está con su familia.
El año pasado nuestro padre murió. Tenía 83 años, estaba sano, pero cayó de unas escaleras, fue un accidente tremendo. Es la primera vez que aprendí lo que era estar triste. Y llorar, llorar, llorar. Me hubiera encantado que viera lo que estamos haciendo.
Jeannette
Cada tour tiene un costo aproximado de 100 mil euros. Pero el de ahora, al Donbás, tiene otro valor: son mil euros solo por llevar un pequeño bus de cinco personas. Multiplica eso por 500 o 600 refugiados... Pero yo siempre respondo, ‘hazlo, ya conseguiremos los fondos’. Por eso no sé exactamente cuánto costará este cuarto tour, ya recibimos 350 mil dólares y calculamos que hasta fin del 2022 necesitaremos 1 millón de dólares.
¿Cuánto tiempo seguiré? No sé. Podría decir, ‘ya rescatamos a 770, Janine, hiciste algo, la vida sigue’. Pero ahora que conozco el proceso y nadie más lo hace, no puedo parar. No descansaré hasta evacuar a la mayor cantidad de ucranianos.
Jeannette me ayuda desde Chile. Es la cabeza de la recolección de fondos, habla con personas muy ricas y con voluntad de donar. Podríamos tender puentes con Michelle Obama, Ali Foundation, ella ve eso. Hasta ahora no hay apoyo de capital chileno, pero sé que habrá. Además, hay una gran comunidad ucraniana en Chile.
Con Jeannette somos muy unidas. Nos vemos dos veces al año, para el verano europeo, y para Navidad en Chile. Amo Chile: “Christmas time, es Chile time”.