Opinión
Sebastián Edwards: “No tengo redes sociales, pero sí tengo una cuenta de sapeo en Twitter”
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"Llevo escribiendo columnas 20, 25 años. Empecé cuando estaba de economista jefe en el Banco Mundial y las publicábamos en el Wall Street Journal y el Financial Times.
Casi siempre parto con un título, que es algo que resume en seis palabras una situación sobre la cual hay una conversación incipiente. Por ejemplo, una de las últimas la llamé “El dólar exorbitante de Gabriel Boric”. El título tiene que llamar la atención, si no, sobre todo con las redes sociales, nadie lee nada.
Los títulos se me ocurren cuando estoy nadando. Nado cinco kilómetros por semana, o cuando estoy paseando al perro. Son las dos fuentes de inspiración. A veces también escribo sobre situaciones.
Escribí una que se llamaba Es la Convención, estúpido, que fue durante la Cumbre de las Américas; yo fui anfitrión del Presidente Boric cuando fue a la universidad en Los Ángeles, y me reuní con muchos empresarios a quienes les cayó súper bien Boric, comentaron que era interesante, pero aseguraron que no iban a invertir en Chile igual. Y yo les pregunté por qué y me dijeron “es la Convención, estúpido, no tiene nada que ver con el Presidente”.
Al escribir trato de empezar por las conclusiones. El error de los académicos cuando escriben columnas es que la mayoría son muy aburridas, y siguen el mismo esquema de los trabajos académicos, es decir una progresión lineal, donde la conclusión aparece en la última oración, pero nadie llega a la última oración, porque es una lata leerlo.
Por ejemplo, uno podría escribir una columna de mi amigo Nicolás Grau diciendo: “Nicolás Grau ha usado dos de sus tres opciones, una más y queda afuera”. En cambio un economista te diría eso al final, una lata.
Prefiero escribir en las mañanas, pero a veces me inspiro en la noche. Nadie me lee las columnas antes, a estas alturas y en forma dura y después de muchos años aprendí a escribir. Las frases tienen que ser cortas y memorables.
No sé si tengo columna preferida, llevo demasiado tiempo. Hubo un tiempo en que escribía dos columnas por semana. De las últimas que escribí y me gustó mucho fue la de los 60 años del gol de Leonel Sánchez frente a la Unión Soviética, es muy bonita, porque cuenta un relato. Además no era política, nadie se opuso.
De las más polémicas fue una del Wall Street Journal sobre la elección de Ricardo Lagos, que es amigo mio y yo lo estaba apoyando, pero dije en la columna que dada la historia de Chile, era importante que fuera más específico en su programa y que explicara que él era un socialdemócrata y no un marxista de antes de la caída del muro. Ahí fui muy atacado en Chile.
Con Daniel Matamala igual tuvimos una polémica de intercambios. Lo que pasa es que Matamala no sabe nada de economía, en el último Tolerancia Cero yo lo torturé y le dije “como tú y yo fuimos a la Universidad de Chicago...”, a lo cual respondió bien y estoicamente.
La discusión con Matamala era sobre por qué Elon Musk no quiere construir los Tesla en Atacama. Eso es no entender nada, ni geografía ni economía, ni ventajas comparativas. Y es una polémica interesante, porque tiene relación con la burla que le están haciendo ahora al Presidente por la entrevista de la revista Time, que dijo que no le iban a vender cobre a los países avanzados.
Por la Constitución conversé con bastante gente. Mi último libro publicado es sobre una decisión muy importante de la Corte Suprema de EEUU, y para escribirlo tuve que estudiar un montón de principios constitucionales. También había estudiado las constituciones latinoamericanas para otro libro que hice.
De referentes, en Chile hay que leer a Carlos Peña para ver de quién se burla, y también es un columnista interesante, inteligente. Leo a Patricio Fernández, a Rafael Gumucio en sus reseñas porque también son graciosas. Me gusta Adriana Valdés también. Y en EEUU me gusta bastante David Brooks, que escribe en el New York Times.
Es preferible que a uno no lo funen en redes sociales. Pero no tengo redes sociales, aunque sí tengo una cuenta de sapeo en Twitter, solo para estar mirando. Tengo una enorme disciplina y no me he autobuscado. Me funaron porque salí apoyando al Rechazo con mi perrita Alicia y los animalistas criticaron que cómo sabía qué pensaba Alicia, que era un abuso atribuirle eso. Sí, prefiero que no me funen y no funen a la pobre Alicia, que es una buena perrita y además, está por el Rechazo”.