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Lecciones de Vida

Moy de Tohá: "Este país necesita que a mi hija le vaya bien"

Moy de Tohá: "Este país necesita que a mi hija le vaya bien"

La madre de Carolina Tohá concentró las miradas para el reciente cambio de gabinete. Aquí repasa episodios de su vida: cuenta que creció “entre mapuches” y que su hija le contó que asumiría como ministra del Interior el martes a las 2 am. “¿Qué va a pasar con mi chiquilla?, pensé mientras vi a Carolina asumir en La Moneda. Es difícil traducir en palabras lo que uno siente”, confiesa.

Por: Por María José López / Foto Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 10 de septiembre de 2022 a las 21:00
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Viernes 9 de septiembre de 2022, 3:30 pm. Moy de Tohá se sienta en un sillón rojo en el living de su departamento en Providencia. El sol pega fuerte esa tarde. Ella explica que pese a ello, le gusta tener la estufa prendida. "Me la trajo hace unos días Carolina. Bueno, hace varios días. Antes de que pasara todo esto", cuenta mientras toma un café y prende el primer cigarrillo.

Moy de Tohá es madre de Carolina Tohá, quien ese día cumplía cuatro días como ministra del Interior. En una conversación que se extendió por poco más de una hora, la viuda de José Tohá, ministro de Interior de Salvador Allende, repasa su historia, algunos episodios de la de su hija y reflexiona sobre la etapa que su primogénita inicia: "Me gustó mucho verla ahí, en la misma situación que estuvo José hace casi cincuenta años atrás".

Este es su relato, en primera persona.

***

“Crecí en Chillán (nació el 26 de septiembre de 1936), y por muchos tiempo fui hija única. Por quince años. Y mis papás (Fernando Morales y Raquel Etchevers) me decían “amor” “mi amor”. Entonces, cuando me preguntaban mi nombre, yo intentaba decir eso, pero solo lograba repetir “Moy”. Y así quedé.

En el colegio, incluso en las pruebas, fui Moy Morales, y cuando me casé con José, en 1964, Moy de Tohá. No me molesta el “de”, al revés, me enorgullece. Nadie me llama con mi nombre de inscripción (Victoria Eugenia). Ni mientras fui agregada cultural ni embajadora.

Mi padre fue trasladado como juez a Victoria cuando yo era niña, y nos mudamos ahí. Me cuidaba la Coto, mapuche, y tengo un especial cariño por toda su familia y comunidad, que fue extremadamente amable y querible: me llevaban a su ruca de palos y me bañaba en los pozones con ellos.

Pasaba tanto tiempo ahí, que mi padre, que se reía mucho de mí, me decía: ‘tú no eres hija de tu papá ni tu mamá. Tú eres mapuche. Te trajo una mapuche adentro de una canasta de digüeñes y tú traías un ramo de cilantro en la mano’ (ríe). Lo cierto es que crecí entre mapuches. Con ellos aprendí a comer maqui, piñones, digüeñes, otros frutos muy ricos. Estos chefs que andan ahora buscando novedades, deberían ir a buscar eso. 

La Coto se transformó en una estupenda cocinera, ayudante de mi mamá. Era muy ensimismada, no hablaba nada, muy poco. A mi papá nunca le dijo Don Fernando, le decía El Juez. Porque era el juez de ellos. 

Ando con un burrito porque me caí el 18 de agosto del año pasado: me quebré el fémur en tres partes y me quebré el sacro, una estupidez de cocina, poniendo la mesa, aquí en mi departamento. Me acuerdo que desperté en la Clínica Alemana, operada, y después me volvieron a operar. Me lo he pasado en eso.

Viene mi hijo José a Chile (es arquitecto, vive en Washington) a fin de año con su familia y teníamos planeado un viaje al sur, a Victoria, para mostrarles a mis cinco nietos (dos hijos de Carolina, tres de José) dónde crecí y estudié, en Las Monjas de la Santa Cruz. Pero me caí y quedé en este estado. 

Tengo otro burro, más moderno, con ruedas. Me lo trajo José de EEUU. Con ese salgo a la calle, y es con el que llegué a La Moneda el martes.

Me enteré de que Carolina iba a ser ministra pocas horas antes de que asumiera.

Me enteré de que Carolina iba a ser ministra pocas horas antes de que asumiera. Estábamos durmiendo, a las 2 de la mañana, ni desvelada que estuviera, cuando la María Inés (quien trabaja en su casa) empezó a sentir que sonaba el teléfono fijo. Yo no lo sentí.

Y ‘Alo, Carolina’, le dice, 'qué pasa'. ‘Quiero hablar con mi mamá’, responde. 'Pero si está durmiendo', insiste. 'Tengo que hablar con ella, pásale el teléfono', le pidió. Me pasó el teléfono, me despertó, era media noche, y a esa horas estás aturdida, no sabes ni dónde estás. ‘Aló, mijita, qué pasa’, le pregunté. Pensé en los niños, que los habían asaltado o les había pasado algo. Me dice ‘te estoy llamando para que mañana estés lista a las 11:30 porque va a ir un taxi a buscarte para llevarte a La Moneda'. '¿A dónde? ¿A La Moneda a qué?' ‘Voy a jurar como ministra del Interior’, me señaló.

Plop. Esperé que me dijera que era broma, pero no, era verdad. Ella es así, siempre ha sido igual, es muy privada y yo no interfiero, ni le doy recomendaciones, porque sé que además no me va a hacer caso. Así es que qué sentido tiene. 

‘Y por qué me llamas a esta hora’, le pregunté. ‘Bueno, recién se resolvió’, me aseguró. Qué se resolvió, con quién se resolvió, no tengo idea. No la he visto más. 

Había toda una cosa en el ambiente, los amigos comentando. Pero esas cosas siempre pasan, yo ya las viví. Le pregunté veinte veces ‘¿es cierto?’. Y me respondió, ‘ay mamá, la prensa especula. Nadie me ha ofrecido nada’. ¿La verdad? Yo creo que ya se lo habían ofrecido hace rato y no me dijo nada (ríe). 

El viaje a La Moneda

Me llamó mi amiga Marcela Serrano anteayer, y le conté la faena para llegar a La Moneda. La Carolina vive frente al Parque Forestal, salimos con los niños y el taxi entró al centro por esa calle del cerro. En Moneda había una barrera. Entonces Emilio (hijo de la ministra) que es de muy pocas palabras, le dice al carabinero de la entrada de La Moneda: ‘vamos a la transmisión, a la juramentación de la ministra del Interior’. ‘Muestre su invitación’, le piden. Si lo resolvieron a las 2 de la mañana, entenderás que invitación no había y menos que llegó a mi casa.

Cuento corto, Emilio le dice ‘soy hijo de una ministra que va a asumir’. 'Si no hay invitación, no entra', responden. Y empezamos a caminar para ver por dónde entrábamos, estaba todo cerrado. Ahí vi un poquito de boche de chiquillos (a esa hora había manifestación en la Alameda), pero no nos hicieron nada y seguimos. 

Mi nieta Matilde (hija de la ministra) llamó por teléfono a una amiga que tiene, a su vez, una amiga que trabaja en la Secretaría General de Gobierno, y le dijo que iba con su abuela y su hermano y que no podíamos entrar. Y esta muchacha bien ágil llamó a un oficial, le dio la patente y mandó una moto para abrir el camino. Y así llegamos.

Había un sol horrible, ¡qué calor! Y la chiquilla que estaba al lado mío, que terminó siendo la pareja de Boric que yo no conocía (Irina Karamanos), estaba igual de asorochada (risas). También estaba el periodista Pablo Aguilera, tampoco lo conocía. Y cuando la Carolina me fue a abrazar, Irina se presentó.

Ahora las circunstancias son distintas. Esto como que me empezó a revolver la cabeza, porque en la juramentación de José, estaba yo también y se me revolvieron las dos cosas.

Fui a La Moneda varias veces en mi tiempo de embajadora (Honduras y El Salvador). Ahora las circunstancias son distintas. Esto como que me empezó a revolver la cabeza, porque en la juramentación de José como ministro de Interior (tras ser torturado, murió en el Hospital Militar en 1974, durante la dictadura) estaba yo también y se me revolvieron las dos cosas. Y pensaba: ‘¿Qué va a pasar con mi chiquilla? Es difícil traducir en palabras las cosas que uno siente, pero estaba como ahogada, entre el calor, entre que no oía, y yo no soy sorda. 

Me asusté al ver al Presidente de espalda a la calle. Yo lo miraba, y miraba todo el boche que había atrás de él, afuera de La Moneda...me dio susto. 

A mí me preguntaron varias veces unos carabineros, ‘¿señora no le duelen los ojos?’. ‘No, ¿por qué?’ ‘Porque hay gases lacrimógenos’. Será que mis ojos se acostumbraron a los gases lacrimógenos de los años 80 y 90. No sentí nada. 

Pero estaba preocupada del Presidente. Qué ganas de haber agarrado mi burro y haberle corrido la mesa.  

"Mis hijos no podían ser mexicanos"

En política yo participé, sobre todo, en el movimiento que hubo entre el '85 y el '90. La sociedad estaba como efervescente, con ganas de hablar. Pero después me nombraron embajadora y esos cargos aíslan de la realidad. Mi corazoncito siempre ha sido socialista desde que me casé con José, porque antes podría haber sido cualquier cosa. Mi tío abuelo fue ministro del Interior. O sea, no es que no se hablara de política en la casa. En mi familia eran radicales. 

México fue el sanatorio más maravilloso que te puedes imaginar (vivieron ahí desde 1974 a 1978, junto a otros chilenos exiliados). Nosotros fuimos regalones del Presidente Echeverría y doña María Esther (Zuno), se preocuparon de detalles, de cumpleaños de niños, de mandar regalos, mañanitas, de invitar a su casa. Llegamos cuando la Carolina tenía 8 años y José 5. Ellos se enamoraron de México.

Para ellos Chile era el recuerdo del funeral de José y no querían volver. Un día me senté en mi cama y me dije: ‘tengo que irme porque los niños no pueden ser mexicanos’. Para José habría sido una desilusión muy grande que no fueran chilenos. Al día siguiente a la hora de almuerzo les dije ‘nos volvemos a Chile’. ‘Noo mamá. No queremos’, respondieron. La Carolina era adolescente, porfiada, llevada a sus ideas como ha sido siempre. ‘No me voy’, dijo.

Un mes después hice las maletas, compré los pasajes, los embarqué a Chile y les dije que se iban donde su abuela, la mamá de José. Yo llegué un mes y medio después, el 26 de septiembre (día de su cumpleaños). Les expliqué que buscaríamos un departamento, un trabajo. Fue una escena conmovedora en el aeropuerto, agarrados de la escalera mecánica. No querían irse.

Sus años de perito calígrafo

Yo era tira. Tira. Pero no era policía. Estaba en la parte científica en el laboratorio. El trabajo consiste en averiguar que los documentos que te ponen al frente son auténticos o falsificados. Y luego, por los rasgos que están equívocos, buscar el autor. 

Trabajé como perito calígrafo trece años, en el Laboratorio de Policía Técnica, donde estaba antes el gabinete de identificación.

Llegué a eso luego de la muerte de mi mamá, cuando tenía 18 años, y me quedé sola donde mis abuelos. De ellos heredé un pedazo de tierra y había heredado un departamento y dos locales comerciales. Lo arrendaba, no era la papa, pero con eso vivía.

Quise vivir en Santiago. Y me mudé de Chillán al departamento de una amiga de la familia, que era tía de Manuel Camilo Vial, el obispo, que es muy amigo mío por lo demás. En ese edificio había una persona que me habló de vacantes en el Laboratorio de Policía Técnica, que probara, y así empecé. Estando ahí, en 1962, me encontré con José, que era codueño y director del diario Última Hora. Habíamos salido algunas veces en Chillán, entre los bailoteos de gente joven. Me casé con él en 1964. Estoy contando demasiado de mí, ya está bueno, no quiero aburrir.

El plato "Gabriel Valdés"

Aprendí a cocinar por mi mamá, que era una esclava de estas cosas sociales de provincia, Ella armaba unas mesas espectaculares. Trabajaba con sus manos maravillosamente. Yo de chica, debería haber tenido unos cinco años, me iba a meter a la cocina a ver y mi mamá me correteaba, me decía: 'Mire mijita. No aprenda a tejer'. Ella tejía maravillosamente bien, cosía, bordaba y cocinaba. Me decía ninguna de estas cosas las quiero para usted. No aprenda nada. Pero la vida dio vueltas y terminé cocinando igual.

Hay un plato al que le puse “Gabriel Valdés”. Terminó siendo íntimo amigo mío y lo quise muchísimo. Era director del PNUD en Nueva York y cada vez que iba a México me llamaba y me decía ‘oye, por qué no te haces una reunioncita con los amigos chilenos, los exiliados’. Entonces yo juntaba un número determinado de chilenos, entre otros. Invitaba a García Márquez que era muy cercano a la casa -de él aprendí a hacer papas con cuero-. Bueno, mi dossier no incluía muchos platos, te voy a decir. Para nada. Algunos sí, otros inventados, en fin. Me encanta tener las manos metidas en la masa.

Un día me llama la secretaria de Gabriel de Nueva York. Y me cuenta que quiere ir a México a despedirse porque va a renunciar al PNUD y si podía organizar una comida. Ya, ‘aquí lo espero’. Y me voy a la pequeña despensa donde juntaba mis tesoros: un cochayuyo, una lata de choritos, una lata de erizos. Cositas que me traían de recuerdo los chilenos que llegaban a verme. Venían cerca de 20 personas y mi cuenta corriente estaba en cero, la tarjeta de crédito estaba copada y la Tencha (Hortencia Bussi) andaba en una gira internacional.

No tenía a quién recurrir para pedir plata y poder hacer eso. Vuelvo a la despensa. Y armé un pastel de cochayuyo picado finito para que no se dieran cuenta qué tenía, por si eran mañosos. Quedó maravilloso, alto, gordo. Con la latita de erizos hice la salsa y lo tapé. Se lo devoraron, como si les hubiera dado centolla.

Nos despedimos y dos semanas después, llega Sylvia Soublette, señora de Gabriel. Me dice que quiere verme, que Gabriel habla del soufflé. Cuento corto: no es soufflé, era flan en masa de cochayuyo. Y la Sylvia grita: 'no era eso, porque Gabriel lo odia'. Entonces le puse a mi pastel “Gabriel Valdés”.

Hoy fue la María Inés al supermercado y compró las cosas que le gustan a la Carolina y que se pueden hacer a última hora. A ella le gustan las comidas derivadas de las recetas mexicanas, la merluza austral a la veracruzana, eso le fascina, compré choritos, no come carne, pero le gusta el trutro largo de pollo, así es que estoy con el refrigerador llegar y abrir.

Le tengo naranjas para su agüita con cáscaras que le gusta, y cerveza sin alcohol, le encanta. Teníamos el hábito de juntarnos una vez por semana a almorzar los niños de la Carola, ella y yo, pero ahora con esta faena, no hago planes ni presiono. Yo sé lo que es eso. 

De que va a venir, va a venir. ¿Cuándo? Cuando ella lo diga. 

¡Qué lindo todo esto! Es como una chochera. Cuando lo miro en paz es chochera. Cuando lo miro en serio me da mucho miedo.

"Lo primero que haré cuando vea a Carolina, será hacerle cariño"

Cuando la vea, lo primero que haré será hacerle cariño, darle hartos besos y decirle que voy a rogar por que le vaya bien. No puedo hacer nada más. Este país necesita que a mi hija le vaya bien, eso no más. Y la Carolina es prolija, hace bien las cosas, es muy informada, lee mucho, se nutre mucho, sabe mucho de política internacional. Entonces todo eso la ayuda para resolver los problemas que aquí tenemos, que no son distintos a los que pueden pasar en cualquier parte.

¿Sabes por qué estudió Derecho? Porque Juan Somavía le dijo, ‘te va a dar una visión global que vas a necesitar si te gusta la política’. Y antes de terminar, con la ayuda de su tío Jaime (Tohá) y a mis espaldas, él le pagó el pasaje, y se fue a Milán, consiguió una beca, estudió Ciencias Políticas.

"A Boric sí lo conocía"

Estoy preocupada. La vi hoy (viernes 9 de septiembre) hablar a mediodía en la televisión y me encantó lo que dijo. Obviamente aquí se va a tener que capitanear al Ministerio del Interior, pero van a tener que entrar varios ministerios para elaborar una estrategia para el sur, porque estas cosas no se hacen por decreto, ni es entrar con ballonetas porque eso no va a servir. Los mapuches son porfiados. Dicen que sí a todos y no hacen nada.

A Boric sí lo conocía. Cuando murió Margarita Serrano, hermana de la Marcela, nos encontramos ahí por personas en común. Y nos presentaron. Yo lo vi tan jovencito y al mismo tiempo tan alerta, tan curioso. Y le hice cariño en la cara y le dije: ‘Vas a llegar lejos’. No crucé más palabras con él.

Pero el día de la transmisión del mando, él se fue por una puerta, ya entrando a su oficina, y se da vuelta, me ve, se acerca. Y se acuclilló en el suelo. Le hice cariño igual que la otra vez en la cara. Es que yo lo miro como un niño joven. Y le dije: ‘pensé que ibas a llegar lejos, pero no pensé que te ibas a apurar tanto. No pensé que ibas a terminar en tres años acá en La Moneda’.

Yo voté por él para las presidenciales. ¿Cómo veo su gobierno? Carolina definió muy bien la situación. Dijo que es esperanzador lo que puede suceder, pienso lo mismo. Creo que la derecha, más la UDI que RN, han estado más dispuestas a una conversación sana y productiva. Yo sé que van a haber muchas cosas en que no van a estar de acuerdo, pero hay que distinguir entre lo efímero y lo importante. Y si logran llevar un buen diálogo tienen una buena ministra que pueda ser de interlocutora, la Carolina, que es totalmente abierta. Y Boric, ni qué decir. Así es que estoy esperanzada. Serenamente esperanzada. No eufórica. No confundamos las cosas.

He estado preocupada de este gobierno porque se notaba que no había expertise, y lo comprendo. Eso pasa con los gobiernos jóvenes. Y qué bueno que se foguee esta generación, porque pareciera que nos íbamos a quedar con los mismos viejos de siempre dándonos vuelta. Y esta es una oportunidad no solo para la gente de izquierda, también para la derecha joven que no tiene esa mochila cargada en los hombros de responsabilidad.

Siento que este socialismo de Chile, este progresismo que hay en este país es tan interesante, porque es generacional. Y los viejos siguen hablando leseras. Hay que darles una oportunidad. Hay que saber que se van a tropezar muchas veces. Pero así van a aprender. Y tienen ideales. Y me encanta entenderme con gente que tiene ideales.

En ese gabinete hay dos personas que quiero mucho. Uno es Carlos Montes y el otro Mario Marcel. Quiero a Mario Marcel muchísimo, ha venido acá muchas veces. Cuando era embajadora en El Salvador él estaba en el Banco Mundial y recuerdo una vez que fue a una reunión de Centroamérica en El Salvador, entonces lo fui a buscar al aeropuerto y le dije, 'te vas a ir a la embajada, te tengo tu departamento listo'.

Conviví con él de una manera muy familiar, tomábamos desayuno, yo me iba a la oficina y él a sus reuniones. En la tarde almorzaba con no sé quien, estaba en la oficina, después nos encontrábamos y nos tomábamos un traguito, conversábamos y cenábamos. Lo conozco en ese aspecto, él es muy… como la Carola, reservado, entonces nunca supe de su familia ni nada, no hablaba de su vida privada.

José era reservado pero llegaba mucho a la gente, tenía mucho diálogo. La Carolina es espontánea, pero te metes en un terreno que ella no quiere, y ahí no se puede. Desde chiquitita es así. 

¿Y yo? Bueno, como tú me ves, así soy. Vamos a ver fotos". 

Moy de Toyá se levanta y relata la historia de cada retrato de su departamento en Providencia.


En los muros de su departamento cuelgan fotos de distintos momentos de su vida: recuerdos del gobierno de José Tohá en sus años de ministro del Interior y mensajes del exPresidente Salvador Allende.

1

Esculturas de ángeles que trajo de México.

Retrato de José Tohá el día que asumió en Interior.

"Para mi gran amigo José", se lee en la foto de Salvador Allende. 

Recuerdos de sus años como embajadora de Chile.

Retrato familiar.

Foto familiar de los Tohá.

En la pieza donde Moy de Tohá suele sentarse a coser con hilo, hay un librero lleno de fotos de momentos políticos del país. Arriba, retratos de los Presidentes de la Concertación.

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